Marina
Estoy tratando que el miedo no se apodere de mí, no puedo paralizarme ahora, mucho menos cuándo aún no he visto a Clara.
Pero el panorama no es para nada esperanzador, las cosas acaban de empezar y ya se han jodido.
Han explotado el acceso a la fabrica.
No hay escapatoria. No esta vez.
La puerta se cierra tras de mí con un estruendo metálico que resuena en todo el complejo abandonado. El eco es frío. Inhumano. Mis pies están firmes sobre el suelo, pero siento que el corazón quiere salirse por la garganta. No puedo ver a Joseph aún, pero sé que está aquí. Su voz lo dejó claro en el altavoz: esto es personal.
Respiro hondo. No puedo perder la calma. Cada segundo cuenta. Todavía tengo las cámaras en mis pupilas, el micrófono camuflado. Salvador y los demás deben estar viendo. Tengo que aprovecharlo.
Mi mirada recorre el lugar. Techos altos, oxidados. Luz tenue. Cámaras en las esquinas. Estoy siendo observada. No solo por él… también por ellos. Por los míos. Quiero creerlo.
Un ruido