Un desayuno donde nacen los lazos.
Capítulo 37
El sol ya se encontraba en su mejor parte del cielo y se filtraba por las ramas del viejo sauce del jardín, tiñendo el mantel blanco de reflejos dorados. El aroma del pan recién horneado se mezclaba con el perfume suave del jazmín que crecía junto a la verja. Roma había querido que todo fuera sencillo, natural, sin formalidades para que sus hijos se sintieran en confianza.
Justo frente a ellos había una mesa redonda no demasiado grande, con el desayuno dispuesto y sus hijos, Dalhia y Mateo, correteando entre las flores con la energía desbordante de quien no conoce aún el peso de las preguntas que van a hacer.
Magnus los observaba con una mezcla extraña en el pecho: ternura, miedo y una nostalgia que lo mordía desde dentro. Esa era la primera vez que podía mirarlos sin tener miles de preguntas en la cabeza como el día de ayer.
—¿Puedo decirles ya? —susurró Roma, sirviendo jugo de naranja en los vasos de cristal.
Magnus asintió ante su pregunta algo nervioso, sabiendo a qu