Capítulo 21
Roma llegó esa tarde a casa con los niños después de una jornada agotadora. Apenas empujó la puerta los pequeños soltaron las mochilas en el sofá de la sala y salieron disparados por el pasillo como dos torbellinos imparables, entre risas y gritos que resonaban contra las paredes. Roma, en cambio, se dejó caer sobre el sofá, respirando hondo, intentando que la pesadez de sus hombros se aligerara un poco. A veces quisiera tener la misma energía que sus hijos, para salir corriendo sin parar por todas partes.
Desde la cocina apareció su madre con una sonrisa, secándose las manos con un paño que dejó en su delantal. Daniela la miró con ternura al verla toda desparramada, pero luego frunció el ceño al ver el gesto cansado en el rostro de su hija.
—¿Te sientes bien, Roma? —preguntó sentándose a su lado.
Roma solo asintió débilmente
—Sí, mamá, es solo estoy un poco cansada. Hoy ha sido un día largo y lleno de tensión.
Daniela le acarició la mejilla y se inclinó para darle un bes