Capítulo 20
La mañana estaba especialmente soleada y la ciudad vibraba con el bullicio de los oficinistas que entraban y salían de los edificios altos. Muy cerca de la empresa de la familia William, había una cafetería de esquina que se había convertido en punto de encuentro para ejecutivos, secretarias y madres que hacían una pausa en medio de sus mandados.
Daniela, la madre de Roma, empujó la puerta de cristal como siempre con una sonrisa apacible. Llevaba en las manos un par de bolsas pequeñas con galletas que había mandado a hornear temprano y que pensaba compartir con su hija más tarde. El aroma a café recién molido la envolvió de inmediato, relajándola por completo. Esta iba en busca de un capuchino doble para llevarle a Roma, sabiendo que su hija estaba pasado una mañana particularmente estresante en la oficina.
En la fila, antes de su turno notó a una mujer de porte elegante, de cabello recogido en un moño perfecto y una presencia que irradiaba seguridad. Daniela parpadeó y,