—¿Y sabes qué me dijo? “Perdón, muñequito, volar es mi pasión. ¡Nada me ata a tierra!” Fel… Felicia… ¡¡¡Felicia Torres, ¿me estás oyendo?!!!
El grito de Iván me arrancó de mis pensamientos y casi tropiezo. Corríamos por la playa aledaña al hotel, como cada día al amanecer. Yo había pasado tan distraída que apenas presté atención a su drama. Quería concentrarme en el mar, el viento o en el sol naciente, para no tener que pensar en ese güerito manipulador, insufrible…
—¡¿Puedes creerlo?! —lancé la queja, furiosa. Nada había conseguido bajarme la frustración—. No solo me trató como mierda, sino que se largó y… ¡Ni un puto mensaje me envía para disculparse!
—Lo bueno es que el enfermero papuc