Los siguientes días fueron tranquilos, entre reuniones con inversionistas y supervisar avances del proyecto. Estaba en eso cuando recibí una llamada de Anne.—Buenas tardes, señorita Torres, el señor Murano solicita reunirse con usted de inmediato.Me dio un vuelco el corazón. Sin pensarlo, delegué la supervisión a Iván y tomé un taxi directo a la empresa. ¿Qué pudo pasar para que el señor Murano me llamara con tanta urgencia?Apenas pagué la carrera, puse un pie en la acera y una mano me jaló bruscamente hacia el jardín lateral. La reacción fue automática: giré el brazo para zafarme y lancé un golpe con la otra mano. El primero lo esquivó, el segundo le rozó la mandíbula, pero así supe que se trataba de Kevin.—¡So, so, olé, bonita! —Él se cubrió con un brazo como si estuviera toreando.—¡Hijo de…! —intenté patearlo, pero atrapó mis muñecas y me forzó a girar.Mi espalda impactó contra su pecho y tuvo el atrevimiento de reposar su mentón sobre mi hombro.—¿Así saludas a todos los que
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