Pasamos la noche juntos, aunque apenas cruzamos palabras. Reposé mi cabeza en su pecho y los latidos de su corazón acabaron por serenarme hasta dormirnos.
Despertar junto a él, luego de todo lo que pasó el día anterior, se sintió extraño, pero no de mala forma. Su brazo aún envolvía mi espalda baja con firmeza. Lo contemplé un rato en silencio, estudiando sus facciones tan atractivas y simétricas que parecían talladas por ángeles. Era un maldito engreído, pero tenía todo en su lugar para serlo. Aunque también me había demostrado más de una vez esa dulzura y nobleza ocultas que empezaban a derribar mis muros.
Se me escapó un suspiro doloroso. Cada nuevo día era un paso más hacia la inauguración del Circuito Mágico… y con ello, hacia mi inevitable partida.
¿Qué estoy haciendo?
—Nunca debí permitirte llegar hasta aquí —murmuré y rocé sus labios con los míos.
Kevin despertó e intentó responder al beso por un segundo, pero pronto se detuvo. Volvió a quedarse quieto, mirándome en silencio.
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