Capítulo 91

—Dime la verdad —inició, con tono indiferente—. ¿Acaso perdiste la cabeza?

Su mano fue un poco rústica al curar las heridas que yo misma causé en mi brazo. Estuve a punto de quejarme, pero algo me dijo que era mejor no enfurecerlo más.

—Puede ser —admití, sin rastro de burlas.

—¿En qué demonios estabas pensando? ¿Acaso no notaste el peligro al que te expusiste? ¿Dónde quedó tu instinto de supervivencia?

Su pregunta no me tomó por sorpresa. El tono en que la formuló, sí. Podía percibir sus emociones como si fueran mías. Y aunque sabía que estaba enfadado, su tono no lo demostró.

Me había llevado en brazos hasta la enfermería, donde él mismo vendó y curó la herida de mi muñeca. El dolor era un claro recordatorio de lo que hice, como una sombra de lo ocurrido.

—No puedo morderte —me indicó, incluso cuando no lo sugerí—. Te mordí antes y has perdido mucha sangre. Si te muerdo, pondría en riesgo tu salud.

—Estoy bien...

—No, no lo estás —me miró con enojo, suspirando exasperadamente.

No me
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