Escuché la campanilla sonar, indicándoles a los estudiantes que la hora del almuerzo había llegado. Choqué con un par de cuerpos sudorosos, recibiendo una mala mirada de su parte. Claro, que era yo quien iba contra la marea de adolescentes hormonales, así que técnicamente si era mi culpa.
Me encontraba en la academia en busca de Aria Matthews. Tras un aparatoso y desagradable fin de semana, el lunes llegó, por lo que los niños debían ir a sus clases. Justin, en cambio, se mantenía confinado en alguna parte del castillo. Habíamos conversado por teléfono un par de veces, solo hablando sin sentidos. Ambos necesitábamos sentir que todo estaba bien entre nosotros, así que evitamos los temas peliagudos.
Tenía dos motivos esenciales para buscar a la profesora Aria en horario de almuerzo. El primero, agradecerle por toda su ayuda, sin ella, jamás habría sido capaz de enfrentarme a Rumia.
El segundo, pedirle su ayuda una vez más.
Los estudiantes pasaban a mi lado, mirándome de reojo. Sí, algun