Roma, Italia…
El celular vibró sobre la mesa del comedor y el sonido rompió la quietud que Sophie Strozzi se había impuesto desde el funeral de Darío. Llevaba días encerrada en la casa, en ese silencio que no es descanso sino una costra amarga. La muerte de Darío había sido un golpe devastador, pero lo que más le dolía era la soledad.
Había perdido a André hacía más de una década. Nunca supo si estaba vivo o muerto, si había formado una vida en algún lugar del mundo o si simplemente había desaparecido para siempre. Y ahora su esposo estaba muerto, asesinado en circunstancias que nadie le explicaba con claridad.
Y Alessandro… su Alessandro, el hijo que siempre había sido responsable, correcto, brillante… era un prófugo acusado de crímenes que ella sabía que no había cometido.
El teléfono siguió vibrando.
Sophie lo tomó con manos temblorosas. Era un mensaje de su asistente personal:
"Señora, encienda la televisión. Urgente. Canal de noticias."
Con el corazón acelerado, tomó el control r