El disparo resonó en el aire, pero Nico no tuvo tiempo de apuntar bien. La bala rozó el hombro de uno de los hombres, que cayó con un grito. Los demás reaccionaron al instante.

Tres de ellos se lanzaron sobre Nico antes de que pudiera disparar de nuevo. El arma salió volando de su mano. Lo derribaron contra el pavimento con violencia, el impacto le sacó el aire de los pulmones.

—¡Quieto! —gritó el líder, apuntándole directamente a la cabeza.

Nico forcejeó, pero uno de los hombres le clavó la rodilla en la espalda mientras otro le esposaba las manos. El dolor era intenso, pero lo que más le dolía era saber que había perdido.

El líder se acercó despacio, guardando su arma.

—Valiente. Pero estúpido. —Lo levantaron a rastras y lo empujaron hacia una de las camionetas—. Ahora vas a ser útil.

Lo arrojaron al asiento trasero. Dos hombres se sentaron a su lado, manteniendo las armas sobre él. El líder subió al asiento del copiloto y sacó un teléfono.

—Tenemos al hermano —dijo con voz calmada—