El día en el trabajo transcurrió extraño. Noah se mantuvo más distante que nunca de Valeria. Evitó mirarla, respondió con monosílabos y no hizo intento alguno de prolongar conversaciones ni de compartir un momento más.
Valeria lo notó de inmediato; ese cambio en él le golpeó con una mezcla de inquietud y confusión. Al final de la jornada, cuando quedaron a solas unos segundos, se atrevió a acercarse.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja, como si temiera la respuesta.
Noah levantó la mirada apenas un instante. El brillo en los ojos ámbar de Valeria lo desarmó; estaba preocupada por él. Sintió el impulso de decirle la verdad, la amenaza de ser obligado a traicionarla… pero era demasiado peligroso.
—Sí… No te preocupes, Sarli —respondió finalmente.
El silencio se hizo incómodo. Valeria lo observó con atención, como si intentara descifrar lo que él no decía. Noah apartó la mirada, incapaz de sostenerla. Termino de organizar sus cosas y la enfrento de nuevo.
—Tengo que irme, nos vemos mañan