El zumbido en la cabeza fue lo primero que sintió al abrir los ojos. Noah gruñó, arrastrándose fuera del sillón como si llevara una tonelada encima. El sabor amargo del alcohol aún le quemaba la lengua, y lo único que quería era agua.
Llegó a la nevera y se encontró con un par de bebidas rehidratantes y algunos suplementos. Arrugó la frente tratando de recordar cuando lo había comprado, luego vio una pequeña nota en un lado, con la letra apurada de Nico.
“Con lo que bebes, si aún estas vivo es un milagro. Esto te ayudará. Anoche repetías el nombre de Valeria. Sea lo que sea, se nota que esa mujer te tiene mal.”
Noah se quedó quieto. La nota temblaba un poco en sus manos. Ni siquiera recordaba en qué momento Nico había pasado por el departamento, mucho menos lo que había dicho la noche anterior.
Pero ver el nombre de Valeria, escrito en el sarcasmo de su hermano, lo incomodó más que el ardor de la resaca.
—Mierda… —murmuró, dejando caer la hoja sobre la mesa con un suspiro áspero.
Se