Noah volvió del baño con las manos húmedas todavía, pasándoselas por el cabello para despejarse. La música, las risas y el bullicio lo recibieron como si nada hubiera pasado.
Pero para él, cada sonido parecía demasiado fuerte, demasiado lejano. Valeria ya había terminado la llamada. Sonreía con cortesía a los trabajadores, y las diseñadoras, pero él la conocía lo suficiente para saber que esa sonrisa era un escudo.
Se dejó caer en un rincón, apoyando los codos en las rodillas, mientras su mente repasaba cada gesto de Valeria con Emilio, cada sonrisa medida, cada gesto de naturalidad que a él le había parecido un desafío personal.
Pasó un rato, lo suficiente para que el ambiente recuperara cierta normalidad. William bromeaba con otro compañero, alguien contaba una anécdota y los tragos circulaban con ligereza.
Valeria se levantó al fin, agradeció las felicitaciones y anunció que debía retirarse.
—Noah —dijo con calma, estirando la mano—. Dame las llaves.
Él levantó la vista, todavía