El clímax aún latía en su cuerpo cuando él la atrajo hacia sí, sin darle respiro. Noah la levantó del sofá de un movimiento y, sin apartar sus ojos de los de ella, se deshizo de su pantalón con urgencia. Lo dejó caer al suelo mientras la levantaba con una facilidad insultante, como si su cuerpo no pesara nada en sus brazos.
Valeria apenas tuvo tiempo de soltar un jadeo antes de que él se sentara de nuevo, acomodándola sobre su regazo. Su respiración ardía en su piel, y en un solo impulso la penetró, profundo, arrancándole un gemido que se perdió contra sus labios.
Noah gruño, perdiéndose en la sensación. Deslizo sus manos por su espalda ascendiendo hasta rozar sus omoplatos y aferrarse a sus hombros. La empujó hacia abajo nuevamente, contra la dureza de su miembro, marcando el ritmo con un dominio que le robó el aire, obligándola a sentir cada centímetro de él, sin escapatoria posible.
—Eres jodidamente divina… —susurró él, mordiéndole suavemente el cuello mientras la sostenía contra