Valeria llegó a casa con el cuerpo encendido, aunque intentaba ignorarlo. No quería pensar en Noah, pero su mente lo traía de vuelta una y otra vez. Se dejó caer sobre el sofá y respiró hondo, intentando ordenar el caos que sentía.
No entendía qué le pasaba. Había pasado años controlando su cuerpo y sus impulsos, reprimiendo con éxito cualquier deseo. Desde aquel episodio a los diecisiete, y después con aquel otro hombre que solo buscó tomar lo que quería, había aprendido a cerrar cualquier puerta antes de que algo así volviera a ocurrir. Odiaba a los hombres como Noah… arrogantes, seguros, acostumbrados a conseguir lo que querían. Siempre había sido fácil alejarlos. Hasta ahora.
Ni siquiera con Emilio, con quien mantenía una relación estable, sentía algo así. Con él no había un deseo que la desbordara, sino compañía y afecto tranquilo… seguridad por encima de la pasión. Y eso le funcionaba: menos intensidad, menos riesgo de que alguien se aprovechara de ella.
Sabía que Emilio, a vec