Valeria se despertó con la luz gris filtrándose por las cortinas. Un silencio extraño reinaba en el apartamento, roto apenas por el sonido de una cremallera. Se incorporó lentamente, sintiendo aún la incomodidad de la noche anterior. Emilio estaba frente al espejo, abrochándose la camisa.
—¿Te desperté? —preguntó, sin dejar de acomodarse el cuello.
—No. —respondió ella con voz plana.
Él suspiró, sentándose en el borde de la cama, miró sus manos
—Sé que anoche fui brusco. Estaba… pasado de tragos, y… no me controlé. Lo siento.
—No hay problema. Al menos… paraste cuando te lo pedí.
—Sí, claro. —Él desvió la mirada, aunque no parecía del todo aliviado. Se puso de pie—. Por cierto… hoy viajo otra vez.
Ella frunció el ceño.
—¿De nuevo? ¿Cuánto tiempo?
—No lo sé. Anoche, en la reunión con los chicos, salió un cliente que no estaba programado. Lo tomé yo… así que me voy esta misma tarde. Ya sabes cómo son estos viajes. Espero que me aprueben los viáticos pronto. Enviaré la documentación a l