Noah salió de la oficina con paso lento, con una satisfacción extraña, como saboreando cada segundo que acababa de vivir allí dentro. No era el puesto lo que se llevaba, ni siquiera una victoria clara… pero sí una certeza… ella había reaccionado a él, aunque se empeñara en negarlo. Y eso lo divertía.
Por lo menos, lo distraía de todo lo que estaba pasando.
Lo que no terminaba de entender era cómo Alessandro Strozzi —o lo que quedaba de él— podía sentirse atraído por alguien tan insoportablemente obstinada, tan exasperante… y tan malditamente irresistible. Tal vez era su desafío lo que lo enganchaba. O quizá esa forma en la que, sin proponérselo, ella le arrebataba el control.
O, simplemente, necesitaba acostarse con una mujer. Desde que salió de Italia, no había tenido la oportunidad. Desde que llegó, se había limitado a encerrarse en su departamento, evitando a todos.
El problema era encontrar a alguien que cumpliera sus estándares. En Italia, podía tener a la mujer que quisiera; mu