El aire estaba cargado de electricidad. No una que pudiera verse o sentirse en la piel, sino una mĂĄs profunda, invisible, vibrando bajo la superficie del mundo. AilĂ©n lo notaba. Desde aquella visiĂłn que la arrojĂł de nuevo al pasado como Thariel, algo dentro de ella habĂa comenzado a cambiar⊠o quizĂĄs despertar.
Al principio, fueron sĂłlo sueños. Fragmentos de otro tiempo, otra vida. En uno de ellos, caminaba por un bosque de ĂĄrboles blancos, donde el cielo tenĂa dos lunas y el viento susurraba en un idioma que no conocĂa, pero que su alma comprendĂa. VeĂa sus manos, mĂĄs pĂĄlidas, con anillos que no recordaba haber usado, y escuchaba una risa que le partĂa el corazĂłn: la de alguien que ya no estaba, que quizĂĄs habĂa muerto por su culpa.
Despertaba con el pecho oprimido, la garganta seca, las manos temblorosas. Y después, llegaron los episodios.
No sabĂa exactamente cuĂĄndo comenzĂł el primero. Tal vez aquella vez en que Kaor entrĂł a su habitaciĂłn y la encontrĂł de pie, inmĂłvil, los ojos com