El silencio que siguiĂł al Ășltimo ataque era tan denso que parecĂa aplastar el aire. No habĂa cantos de aves, ni susurros del viento entre las hojas; hasta las sombras se mantenĂan inmĂłviles, como si temieran moverse.
AilĂ©n permanecĂa de pie en medio de la plaza arrasada, con las piernas rĂgidas y la respiraciĂłn entrecortada. SentĂa un calor extraño recorrerle las venas, un pulso profundo que no pertenecĂa a su corazĂłn. Sus manos todavĂa vibraban con la energĂa que habĂa liberado segundos atrĂĄs, aunque ella no recordaba haberlo decidido.
âAilĂ©n⊠âKael la llamĂł, su voz un susurro quebrado entre el asombro y el miedoâ. ÂżQué⊠acabas de hacer?
Ella lo mirĂł, pero no respondiĂł. En realidad, no tenĂa una respuesta. Lo Ășnico que podĂa recordar era un instante de vacĂo absoluto, seguido de un impulso arrollador. Una fuerza que no era suya habĂa dirigido sus movimientos, como si sus mĂșsculos respondieran a Ăłrdenes ajenas.
Por un momento, tuvo la sensación de que algo⊠alguien⊠estaba de pie