CAPITULO 29

El amanecer los encontró caminando entre la espesura del bosque, con los pies entumecidos y el cuerpo agotado. El río quedaba atrás, y con él la última señal de la cabaña y de Briggs. Nadie lo decía en voz alta, pero todos sabían que probablemente no lo volverían a ver.

Eva llevaba la mochila como si fuera un salvavidas. Cada paso era más pesado que el anterior, pero la determinación en su mirada no se quebraba.

Luca se mantenía cerca de ella, siempre atento, como si su sola presencia pudiera protegerla. Marina, en cambio, parecía ausente. Caminaba arrastrando los pies, con los ojos rojos de tanto llorar.

—¿Adónde vamos ahora? —preguntó con voz apagada.

Santiago fue el que respondió.

—Si queremos sobrevivir, tenemos que cruzar la frontera. Aquí ya no hay refugio posible.

Eva lo miró, frunciendo el ceño.

—¿Y cómo planeas hacerlo? No podemos llegar a un puesto migratorio con esta carpeta bajo el brazo.

Santiago sonrió, una mueca cansada.

—Hay rutas que no aparecen en los mapas. Viejos c
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