Luego de un largo día de trabajo, Eva y Alejandro regresaron a casa. Ella sintió un enorme descanso al llegar a su hogar, se quitó las zapatillas y sacó su blusa de la falta.
Realmente estaba exhausta, el no conocer el medio donde se desenvolvía su ahora esposo, sinceramente le resultaba agotador, pero trataba de aparentar lo contrario.
Alejandro perfectamente se daba cuenta de aquello. Mientras ella preparaba una ensalada para cenar, Alejandro llegó por detrás, rodeó su cintura con sus brazos y enterró su nariz en el cabello de la chica. Ella, por inercia, echó la cabeza hacia el pecho del hombre.
- Sé que estás agotada, ¿Por qué no me dijiste que tenías hambre?
- Solo quería llegar a casa…
Alejandro la giró para tenerla de frente. Él, al ver aquellos hermosos ojos, sonrió, besó su frente, acarició su cuello y desabotono la falta de su esposa. Ella sintió cómo aquella prenda descendió de su cuerpo, dejando sus piernas desnudas.
Acto seguido, el hombre sin mucho esfuerzo la sentó en la