7. ¿Por obligación?
Emilia Díaz
Los días siguientes a mi reconciliación con Esteban fueron, en una palabra, perfectos. Ahora, él tomaba mi mano sin pedir permiso, como solía hacer antes, cuando apenas había contacto físico entre nosotros. Nos besábamos y abrazábamos con ternura, comportándonos finalmente como una pareja normal.
Además, en casa las cosas también habían cambiado. Mi padrastro Lorenzo parecía más tranquilo; ya no me gritaba como antes. Las comidas en familia, tanto el desayuno como la cena, habían dejado de ser un campo de batalla. Algo me decía que Álvaro había hablado con él sobre este asunto. Una tarde, Lorenzo incluso me sorprendió dándome dinero para comprar lo que necesitara, ya fuera ropa o materiales para la escuela. Fue un gesto inesperado, ya que antes siempre debía acudir a mi mamá si quería algo. Aún me costaba procesar este nuevo trato.
Al salir de clases, Gabriela y yo bajamos juntas las escaleras desde el aula hasta la explanada de la facultad. Platicábamos animadamente sobre