12. La amante
Emilia Díaz
Apenas mi madre regresó a la habitación después de la partida de Esteban, la miré con el peso de todo mi resentimiento ardiendo en mis ojos.
—Nada de esto estaría pasando si no fuera por tu culpa, mamá —solté, sintiendo cómo la rabia me tensaba el cuerpo.
Ella esbozó una sonrisa sarcástica, como si mi reclamo fuera absurdo.
—¿Qué Esteban te tenga en un pedestal como una princesa? —bufó—. Gracias a él, hijita, tu hijo acaba de nacer en el mejor hospital del país. ¿No era eso lo que querías?
Negué con la cabeza, exhalando un suspiro de cansancio. Muchas veces intenté comprender su manera de ver la vida, pero simplemente no podía.
—¿Eso es lo único que te importa? ¿El dinero, la comodidad? ¿No has visto que soy una prisionera en esa casa? Hasta en mi propia habitación. —Mis manos se cerraron en puños sobre las sábanas—. ¿No sientes impotencia al ver cómo me trata? ¿Acaso quieres que tenga la misma vida que tú tuviste con Lorenzo?
Mi madre ladeó la boca con visible molestia, p