Capítulo 11: Pétalos y espinas.
— Los rumores son como pétalos de ciruelo — susurró Mei, peinando el cabello de Aisha con dedos ágiles mientras Lián ajustaba los pliegues de su vestido — Una vez que el viento los lleva, no hay forma de detenerlos.
Aisha observó su reflejo en el espejo de bronce. Los rumores ya habían tejido su propia historia: "El Octavo Príncipe ha dormido en sus aposentos", "La concubina del Pabellón del Invierno tiene su favor", "Nadie ha sobrevivido tanto tiempo cerca de él".
Pero ella no era una concubina. No del todo.
El camino de regreso a su pabellón estuvo plagado de miradas. Los sirvientes se inclinaban más bajo, los guardias evitaban su contacto visual, y hasta las flores del jardín parecían inclinarse hacia ella, como si el simple hecho de haber dormido en la habitación del príncipe la hubiera bañado en un aura peligrosa.
— ¡Alteza! — Lián abrió las puertas del Pabellón de Invierno con una reverencia exagerada, y Aisha contuvo un suspiro.
El interior estaba colmado.
Cofres lacados en roj