Mundo ficciónIniciar sesiónLeonardo me dejó en la boda por su primer amor… tres veces. La primera vez, Mariana amenazó con lanzarse desde un edificio. La segunda, dijo que se iba al extranjero. La tercera vez, envió un mensaje diciendo que había aceptado el matrimonio arreglado por su familia. Tras lo cual, el siempre sereno y contenido Leonardo entró en pánico, dejó plantados a todos los invitados y volvió a convertirme en el hazmerreír. Lo llamé. —Leonardo, si no regresas hoy... me caso con otro. Él se rio. —Que Mariana juegue con eso se entiende, está joven... pero tú, ¿a tu edad todavía con esas tonterías? Apreté el celular con fuerza. Así que sí sabía que todo era una jugarreta de Mariana. Pero, aun así, decidía seguir consintiéndola. Fue en ese momento en el que el corazón se me rompió de verdad. Tiempo después, cuando por fin logró contentar a su adorada amiga de la infancia, se acordó de mí. —Elige una fecha para rehacer la boda. Te prometo que esta vez será más lujosa que nunca. Pero un hombre a mi lado lo interrumpió con una sonrisa: —Con permiso. Tengo que llevar a mi esposa al avión.
Leer másTodos los preparativos de la fiesta más grande de mi vida, están listos. El sonido suena con fuerzas por toda la propiedad, mientras el alcohol no deja de ser servidos a mis más de mil invitados para mi increíble fiesta de cumpleaños.
Sonriente, observo las cámaras de seguridad de toda la propiedad, mientras terminan las decoraciones de mi cabello, porque hoy debo lucir hermosa. Después de todo, este es mi primer cumpleaños como adulta y por ello, debía verme como tal.— Está todo listo, señorita. — dice la estilista.— Debo verme increíble. No quiero que vean la marca de mi ropa, si no, como me queda a mí. No deseo que me pregunten que peinado tengo si no, lo hermosa que me veo con este, ¿si hiciste eso?— Sí, señorita. Se ve hermosa. El peinado y todo lo demás fue escogido por su increíble sentido de la moda. Nosotros solo resaltamos lo que usted ya sabe que tiene. — dice la mujer y yo asiento mirándome en el espejo.— Pueden irse o quedarse en la fiesta, no me importa. — digo para después marcharme.Apenas llego al inicio de las escaleras, un reflector apunta hacia mí y por eso, todos aplauden cantándome el feliz cumpleaños mientras me uno a la fiesta. Todo es increíble, más de media universidad está en mi casa vacacional solo para celebrar mi cumpleaños y a nadie le importa que mañana tengamos clase.Después de todo, mi cumpleaños es un concierto donde los cantantes más escuchados vienen a darme un concierto donde yo soy el centro de atención. Así que, ¿Quién se perdería algo así?— Feliz cumpleaños, Day. — dice cada persona que se acerca a mí.Soy popular, tengo mucho dinero y soy hija única. Todo es perfecto, no tengo hermanos con los cuales luchar por la herencia, tengo un padre que me complace en todo y miles de personas que se pelean porque los miré.Así que, si el centro del mundo es un tonto planeta o satélite, yo soy el centro del universo de todos los aquí presentes, o como sea que diga el profesor de astrología.‘¿Es el profesor de astrología el que dice eso? Un momento, ¿yo doy astrología?’ me pregunto mentalmente mientras recibo muchos regalos y felicitaciones.Ignoro esa pequeña preocupación y comienzo a bailar y tocar chicos lindos que hay en mi fiesta. Uno de los grupos que cantan me suben a la tarima decorada con cosas que m me gustan y cantan conmigo mis canciones favoritas, mientras un grupo de hombres completamente vestidos de negro y sin sentido de la moda, se abre camino entre la multitud.Confundida, busco alguien conocido y bufo molesta cuando veo a mi padre entre ellos. Mis compañeros de la universidad también lo reconocen y por eso, retroceden con temor.— Baja de allí, Day.— ¡Papi! ¡¿Vienes a darme un feliz cumpleaños?! No tenías que venir, aquí la estamos pasando bien, papi.— Baja hora, Day. Debo informarte algo.— ¡No me digas que vas a darme el porche que vi ayer! ¡o me darás el dinero para abrir la mejor discoteca del mundo! — grito emocionada y todos celebran por ello.— No, Day. Baja en estos momentos, necesito presentarte a alguien.— Papi, hace años dejaron de regalar personas para ser esclavos, estamos en pleno siglo XXI. — digo y todos ríen por ello.Mi padre, que siempre es dulce conmigo, me observa con severidad y camina hacia mí al punto que sube a la tarima y toma mi micrófono para hablarme aunque estoy cerca de él.— En vista de que no deseas bajar, te diré todo aquí. — dice mi padre mirándome con seriedad, para después mirar hacia la multitud expectante de lo que hará mi padre — Amigos de Day, me alegra que estén aquí presentes para la gran noticia que yo Mario Creswell les daré. — Papi, ¿Qué sucede? — susurro al percibir que se ve bastante serio para darme un regalo de cumpleaños que quiera.— Mi hija, la que ya no es una adolescente, si no, toda una adulta a partir de hoy, estará comprometida con un gran socio de negocios Ryan Volkova. Así que, den un gran aplauso a la pareja que en dos semanas se casará. — dice mi padre para después aplaudirTodos se observan entre sí, mientras yo intento procesar lo que mi padre ha dicho. Todos aplauden lentamente al no comprender lo que sucede, mientras yo busco en mi padre algún indicio de broma.— Padre… ¿estas bromeando?— No, cariño. Vas a casarte con Ryan. Así que, prepárate, en dos semanas serás la señora Volkova. — dice mi padre usando el micrófono, por lo que, todos lo escuchan.— No puede ser posible. — susurro al no saber quién es el hombre que el reflector busca.— Así que, esperen paciente la invitación de bodas. Que tengan buena noche. — dice mi padre para después bajar de la tarima.Todo queda en silencio y yo reacciono corriendo hacia mi padre que rápidamente se marcha del lugar. Por lo que, solo puedo alcanzarlo cuando esta por subir al auto.— Padre, ¿Qué sucede? ¿Qué quisiste decir justo ahora? — pregunto preocupada.— Lo que dije, cariño. Vas a casarte.— ¿Por qué tan de repente y con alguien que no conozco?— Si te giras, puedes verme. — dice un hombre detrás de mí, por lo que, me giro intentando conocer a mi supuesto esposo.Apenas lo hago, me doy cuenta de que el hombre tiene una mirada azul que me hace recordar el agua con mi fragancia relajante favorita; chicle.— Hola, prometida. — dice un hombre que parece un anciano.— ¿Tienes dieciocho años? — pregunto deseando ofenderlo, porque es obvio que parece un anciano de treinta años.El hombre sonríe mostrándome sus hoyuelos y niega al segundo siguiente con seriedad.— No, Day. Tengo treinta y tres años.‘¡Lo sabía! Es demasiado anciano para tener mi edad.’ Me digo mentalmente.De inmediato, me giro para enfrentar a mi padre.— No puedes casarme con este anciano, padre. Podría ser mi padre. — digo con enojo.— Perdón por esto, señor Volkova, mi hija es una mujer incorregible. — dice Mario Creswell, mi padre, quien corre hacia el hombre que está a mis espaldas.— Es una rebelde. Una mujer que aún se cree una adolescente rebelde.— ¡No soy una adolescente, tengo dieciocho años!— ¡Entonces comportante como una adulta y no ofendas a tu futuro esposo, Day! — grita mi padre con enojo.‘Mi padre nunca me había gritado así, ¿Qué rayos está sucediendo?’ me pregunto mentalmente.Me quedé pasmada ante ese giro inesperado, miré instintivamente a Leonardo.Pero aquel que siempre había sido tan sereno, de pronto mostró una chispa de nerviosismo en la mirada. Fingiendo calma, respondió:—¿Qué tonterías estás diciendo? ¡Fui yo quien la salvó! ¡Ella y su abuela estaban internadas en el hospital de mi familia!Álvaro lo miró de arriba abajo, como si de pronto todo encajara en su mente. Soltó una risa breve, seca.—Aquella noche lluviosa, fui yo quien rescató a Camila y a su abuela —dijo—, pero no sabía adónde llevarlas.—Justo el hospital más equipado en ese momento era el de tu familia, así que las llevé allí y te pedí que les asignaras una habitación.—Jamás imaginé que te atrevieras a hacerte pasar por quien le salvó la vida con la voz cargada de incredulidad. Usaste esa deuda como anzuelo para que Camila se quedara a tu lado, aguantándolo todo sin una queja.Mientras Álvaro iba revelando, una a una, las verdades enterradas de aquel entonces, el rostro de Leonardo
Volver a ver a Leonardo fue en la entrada del hospital, justo después de que le hubiera llevado la comida a mi abuela.Al notar esa silueta conocida, lo primero que quise fue dar la vuelta y largarme.Pero Leonardo ya me había visto y me alcanzó rápido.En estos meses parecía no haber descansado bien, su rostro estaba más cansado, marchito.—Camila, ¿sabes cuánto tiempo te he estado buscando? Me agarró con fuerza, apretando los dientes.—Álvaro sí que sabe esconderte, te tiene bien guardada, casi pensé que jamás te volvería a verMe dolía la cabeza.—Creo que ya no hay nada que decir entre nosotros.Leonardo no se rindió:—¿Cómo que no hay nada que decir? Dime por qué estás con Álvaro, por qué me traicionaste. ¿Acaso no fui suficiente para ti?Por dentro casi me río de rabia.¿Qué era eso de "ser suficiente"? Lo que hizo en estos diez años, ¿cómo iba a llamarse eso si no un desastre?Y traición... el que huyó de la boda no fui yo.Lo miré sin emoción.—Cuando escapaste de la boda la ú
—Cerré los ojos, dejando que los recuerdos se desataran uno tras otro en mi mente, cuando de repente sentí un calorcito en el cuerpo.Abrí los ojos y Álvaro estaba ahí, cubriéndome con una cobija delgada.Al cruzar su mirada con la mía, se vio un poco incómodo y, sin pensarlo mucho, subió un poco más la cobija.—Descansa un rato, te despertaré cuando sea hora.Apreté la manta contra mi cuerpo, sintiendo una mezcla de emociones difícil de descifrar.Hasta ahora no entiendo por qué Álvaro decidió dar ese paso y casarse conmigo.Corría el rumor de que él y Leonardo eran amigos de la infancia, con una amistad mucho más profunda que la que yo tenía con él.Cuando Leonardo vino tras de mí, ya estaba a punto de perder toda esperanza. Creí que Álvaro me entregaría sin más.Pero para mi sorpresa, él rompió con esos hermanos por completo, por mí.¿Pero qué quería de mí? Mi mente estaba en blanco, no lograba entender qué podía tener yo que mereciera esa traición.Era una huérfana sin raíces, sin
—Justo en ese momento, Mariana llegó al lugar.Al ver a Leonardo clavando la mirada en mí, una chispa de celos cruzó sus ojos.Con gesto lastimero, tomó la mano de Leonardo y sacó a relucir sus viejas artimañas de niña consentida.—¡Leo, si ella se quiere ir, déjala! —dijo—. Total, ¿no es que no te gusta? Mejor se quita de en medio, ¿no crees?Mientras hablaba, una sonrisa tímida se dibujó en su rostro, y con intención me mostró el rastro rojo en su cuello.—Ya soy tuya, ¿por qué no volteas a mirarme? La verdad es que desde hace años he querido ser yo quien se case contigo... Pero no terminó la frase, Leonardo se apartó bruscamente, esquivándola y soltando su mano.—No digas tonterías, Mariana, yo solo te veo como a una hermana.El rostro de Mariana se tensó, humillada frente a todos, sin saber cómo continuar.—¡Leo, ¿qué estás diciendo? Nosotros ya...Leonardo ni siquiera la miró y la cortó.—Ya te dije, lo de hoy fue un accidente.—Yo fui la que falló, dime cuánto quieres y te lo pa
Al ver a Álvaro, el rostro de Leonardo se volvió repentinamente sombrío.—¿Fuiste tú quien la incitó a irse? —gruñó con rabia contenida—, yo te tomaba como hermano, ¡y vienes a quitarme lo mío!Echó una mirada hacia mí y hacia mi abuela, que estaba detrás, y de inmediato lo comprendió todo. Él me miró con una sonrisa fría.—Sabía que no me equivocaba contigo —escupió con desprecio—, eres una puta que se acuesta con cualquiera.—¿Qué beneficio te dio él para que estuvieras dispuesto a renunciar a mí, tu patrocinador principal?Sus palabras se volvían cada vez más sucias, su voz, fuera de control.Me zafé de su mano con firmeza y le hablé con calma.—Ya que has venido hasta aquí, puedo darte esta despedida tardía. A partir de ahora somos unos desconocidos, lo que me pase ya no tiene nada que ver contigo.Me giré y, delante de él, tomé la mano de Álvaro.—El día que huiste de la boda, esa misma tarde, me casé con Álvaro —dije despacio—, ahora, él es mi esposo.Leonardo me miró con una fr
Con las prisas, por fin llegué al hospital de la familia Rivas.Apenas estacioné el coche, vi una silla de ruedas vieja abandonada frente al edificio. Sentada en ella, ¡estaba mi abuela!En pleno invierno, ella llevaba puesta una delgada bata de hospital. No se sabe cuánto tiempo había estado tirada fuera. Tenía el rostro pálido por el frío y los ojos cerrados con fuerza.Corrí hacia ella, trastabillando, intentando calentarle las manos con las mías mientras las lágrimas me caían sin cesar.La llamé llorando:—¡Abuela! Soy tu nieta, vámonos a casa, ¿sí? ¡Ábreme los ojos, por favor!Me volví hacia la enfermera en la entrada, y, casi de rodillas, le supliqué:—¿Pueden dejarla entrar? Solo un momento, les juro que ya tengo todo listo para trasladarla a otro hospital. ¡Ayúdenla, por favor!La enfermera dudó.—Señorita Mendoza, este es un hospital privado de la familia del Rivas. Nosotros… no podemos hacer nada.Con las manos temblando, saqué el celular. Solo Leonardo Rivas podía
Último capítulo