—Justo en ese momento, Mariana llegó al lugar.Al ver a Leonardo clavando la mirada en mí, una chispa de celos cruzó sus ojos.Con gesto lastimero, tomó la mano de Leonardo y sacó a relucir sus viejas artimañas de niña consentida.—¡Leo, si ella se quiere ir, déjala! —dijo—. Total, ¿no es que no te gusta? Mejor se quita de en medio, ¿no crees?Mientras hablaba, una sonrisa tímida se dibujó en su rostro, y con intención me mostró el rastro rojo en su cuello.—Ya soy tuya, ¿por qué no volteas a mirarme? La verdad es que desde hace años he querido ser yo quien se case contigo... Pero no terminó la frase, Leonardo se apartó bruscamente, esquivándola y soltando su mano.—No digas tonterías, Mariana, yo solo te veo como a una hermana.El rostro de Mariana se tensó, humillada frente a todos, sin saber cómo continuar.—¡Leo, ¿qué estás diciendo? Nosotros ya...Leonardo ni siquiera la miró y la cortó.—Ya te dije, lo de hoy fue un accidente.—Yo fui la que falló, dime cuánto quieres y te lo pa
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