Al enterarse de mi embarazo, Violeta Benítez, el primer amor de mi esposo, Alfredo Hernández, armó un incendio para matarme. No lloré ni grité para pedir ayuda; en cambio, hice todo lo posible para llevar a mi suegra fuera del fuego, quien había perdido el conocimiento debido al humo denso. En mi vida pasada, porque yo lloraba y gritaba desesperadamente en el fuego, Alfredo decidió rescatar a su mamá y a mí con sus compañeros. Mientras tanto, Violeta, en un arrebato de celos de mí, se lanzó de vuelta a las llamas y murió en el incendio. Sobre su muerte, Alfredo me consoló diciendo que ella la merecía porque fue la autora del incendio. Además, actuaba como un esposo perfecto de mí, que casi morí de susto en el accidente. No obstante, cuando nació mi hija, él la mató con la urna de Violeta. —¡Fueron ustedes las que me arrebataron a mi único amor! ¡Vayan a pudrirse al infierno juntas! —rugió frenéticamente. En la desesperación, lo arrastré también a la muerte. Sin embargo, al despertar, volví a estar dentro del incendio…
Leer másElla lloró desconsoladamente, como si fuera solo un niño que perdió su caramelo, pero yo no me sentía ninguna variación de emoción.—Entonces, ¿por qué creíste todo lo que ella te dijo? Si no fuera por la ayuda de Samuel, ¡tu mamá y yo habríamos muerto en el fuego! Si eso pasara, ¿investigarías sobre la verdad de nuestra muerte? No lo harías. En cambio, anunciarías nuestra muerte como un accidente debido a los ruegos de Violeta, ¿cierto? —le dije con calma.Cubriéndose la cara, él guardó silencio de nuevo. Después de unos minutos, firmó el acuerdo de divorcio y se fue sin decir nada más.Acordamos llevar a cabo los trámites de divorcio una semana después. Tuve un buen sueño ese mismo día y me puse un vestido nuevo. Me sentía tranquila.Sin embargo, Alfredo parecía que no había dormido en días. Cuando me vio a lo lejos, sus ojos se enrojecieron de inmediato. Al acercarse, noté que trataba de controlar el temblor en su voz:—Valeria, ¿de verdad vamos a…?No le di la oportunidad de termin
Su mamá ya se levantó y, al escuchar su ridícula pregunta, le dio a Alfredo una fuerte patada en el pecho:—¡Maldito! ¿Por qué he criado a un hijo tan estúpido como tú? ¿No entiendes el español? ¡Te dije que Valeria se había quedado conmigo todo el día! Cuando te fuiste con esa mujer, quien te dijo que había nadie en casa, ¡fue ella quien me dio el último vaso de agua para salvarme la vida!Alfredo estaba tan impactado por la verdad, quedándose paralizado en el suelo. En ese momento, mi suegra me vio y me hizo una señal para que me les acercara. Con una complicada mezcla de emociones, me dirigí hacia ella:—Mamá… No, señora Hernández…Notó el cambio en el trato que usé, y de inmediato, las lágrimas brotaron de sus ojos. Muy enfurecida, se levantó de la cama para golpear a su hijo. Lo reprochó agitada:—¿Te has vuelto loco? ¡Te he dicho miles veces que te mantengas alejado de Violeta! Tienes tu propia marida, ¿pero dedicaste todo tu cariño en una mujer así?En medio del alboroto, Violet
Como muchas mujeres del mundo, siempre tenía una tolerancia infinita hacia el marido que elegí. En ese momento, aún tenía la ilusión de que Alfredo cambiaría con la llegada de nuestro hijo. Sin embargo, mató a nuestro bebé en persona… Finalmente, entendía que él nunca cambiaría. Ya no quería ser un estorbo aburrido entre ellos. Pero, antes de divorcio, tendría que hacerlos pagar por lo que hicieron.Cuando volví a despertar, vi el familiar color blanco del hospital. La enfermera seguía gritando y quejándose descontenta:—Qué ridículas son las reglas de este mundo: los que salvaron vidas no despiertan después tanto tiempo, pero los que les hicieron daños han tenido una buena vida. Y este hombre, ¡su propia mamá aún está en coma en el hospital, pero ya retiró la demanda a la culpable! ¡Qué gracioso!Me esforcé por enderezarme y le dirigí una mirada a la enfermera:—Eres amiga de Violeta, ¿verdad? Ella puede retirar su demanda, pero yo no lo haré.Ella solo me lanzó una mirada con despre
Al ver la expresión seria de Alfredo, no pude evitar reír a carcajadas. Él, sin investigar la verdad, ya me había considerado como la culpable, ¿y ahora decía que me protegería en el futuro? —Alfredo, no necesito la protección de nadie. No soy la culpable del incendio. Si quieres, investígalo.Dicho esto, estaba a punto de irme, pero él me apretó la muñeca con más fuerza. Sus ojos mostraban confusión y cansancio, como si estuviera vacilando en defenderme o no.—Ya no eres una niña. ¿Por qué sigues siendo tan inmadura? Violeta es mucho más considerada que tú …En ese momento, Violeta me estaba mirando con rencor. Tan pronto como escuchó las palabras de Alfredo, su expresión se torció en la de una víctima:—Alfredo, si piensas así, puedo perdonarla por ti… No la denunciaré, pero realmente tengo miedo de que vuelva a hacer más locuras… Les prometiste a mis padres que nunca permitirías que nadie me lastimara, ¿verdad?Me detuve a observarlos. Cuando ella volvió a mencionar a sus padres, l
Vi su expresión de sorpresa, pero esa cara me resultó graciosa:—Me refiero a eso en sentido literal. Yo salvé a tu mamá, pero cuando sobreviví al incendio, mataste a nuestro hijo con una patada furiosa.Él me miró con incredulidad, quedándose inmóvil y boquiabierto. Violeta habló de inmediato:—¡Es una pura mentira! ¡Seguramente estás embarazada de otro hombre y, al tener miedo de que Alfredo lo descubra, aprovechas el incendio para abortar al bastardo!Reí ante esas palabras ridículas:—Si fuera así, yo sería una mujer increíble, ¿cierto? ¿Inicié un incendio que casi me quema viva solo para abortar a mi hijo? Violeta, ¿qué más quieres decir para distorsionar la verdad?Ruborizada por mi refutación, comenzó a sollozar de rabia:—¡Alfredo! ¡Mira! ¡Ella me está difamando de nuevo! No sé qué he hecho mal para que ella me odie tanto…Quería lanzarse a los brazos de Alfredo, pero este último no se movió; en cambio, fijó su mirada en mi vientre. Sabía que tenía problemas de salud y que ambo
Cuando volví a despertar, ya me habían trasladado a otra habitación. La enfermera, al verme despierta, arrojó todas mis pastillas a la basura y escupió con desprecio:—Vaya, qué suerte tiene la asesina. Hiciste tanto daño a tantas personas, pero solo perdiste a tu hijo. Sentía como si hubiera fuego ardiendo en mi garganta y no podía emitir sonido alguno, así que solo podía soportar sus burlas. Al ver mi silencio, la enfermera abrió la puerta de un empujón y gritó en voz alta hacia afuera:—La sospechosa ha despertado. ¡Llévenla de aquí de inmediato! ¡No quiero que ensucie el aire de nuestro hospital! ¡Maldita bruja manipuladora! ¡Incluso se atrevió a asesinar a la hija de un bombero héroe! ¡Debería haber muerto en el incendio por los delitos que cometiste!Al oír esto, las guardias en la puerta entraron y me tiraron de la cama de manera violenta. Pronto, vi a Alfredo. Él estaba al otro lado de la mesa, mirándome con una expresión sombría. Me habló como si fuera el juez de la justicia
Aguantando el agudo dolor en mi vientre, intenté transitar por el fuego para buscar una oportunidad de sobrevivencia. Pero, en ese momento, mi suegra fue despertada por el denso humo. Por alguna razón me impidió y empezó a gritar desesperadamente:—¡Puto Alfredo! ¡Tu esposa y tu hijo aún están en el fuego! ¿A quién vas a enviar al hospital?Me detuve para distinguir los leves sonidos de afuera, solo para escuchar los pasos que se alejaban poco a poco, así sin más. Obviamente, Alfredo se había ido.El armario, deformado por las llamas, se desplomó de golpe, bloqueando nuestra única salida. Con las manos temblando por la mezcla de sentimientos, empapé una toalla con el último vaso de agua que tenía y se la entregué a mi suegra.Ella me miraba, sintiéndose culpable. Justo cuando estaba a punto de hablar, se escuchó de nuevo la sirena. Fue la misma que habíamos escuchado hace unos instantes: Alfredo se había ido en aquella ambulancia, llevándose su amor.El fuego nos abrasaba cada vez con
—¡Valeria! ¡Despierta! ¡Te llevaré fuera de aquí!Me desperté sudorosa por esa voz familiar. Al abrir los ojos, vi cómo la puerta ya deformada por el fuego se derrumbaba frente a mi nariz.En gran pavor, llevé a mi suegra al dormitorio mientras la recordaba:—Mamá, no abras la ventana. El viento avivará aún más las llamas.Dicho esto, recorrí toda la habitación con la mirada. Agarré una almohada de la cama y la empapé con agua, luego se la di a mamá para que se cubriera la boca y la nariz. Al mismo tiempo, se escucharon las sirenas abajo.Con sorpresa, ella me dijo:—¡Alfredo ha llegado para rescatarnos! ¡Ya todo estará bien mija!Vi su sonrisa emocionada, pero bajé la mirada y guardé silencio. No sabía cómo decirle a esta anciana la cruel verdad que su hijo mataría a su nieta de sangre por su amor a otra mujer…La temperatura aumentaba continuamente, incluso las baldosas quemaban. Tan pronto como la ayudé a un lugar más seguro, escuchamos la voz de Alfredo fuera de la puerta:—¡Violet