El silencio que siguió al rugido de la montaña colapsando fue una cosa física. Un peso que cayó sobre Florencio y Platina, aplastándolos, robándoles el aire. El polvo y el vapor caliente llenaban el pasillo, un sudario gris que olía a roca pulverizada, a circuitos quemados y a finales absolutos. Donde segundos antes había un camino, una esperanza, una mujer de ojos plateados, ahora solo había un muro infranqueable de escombros. Y detrás de ese muro, la tumba.
Florencio se quedó de rodillas, inmóvil, mirando la pared de roca como si pudiera desintegrarla con la pura fuerza de su voluntad. Su mente, esa maquinaria de estrategia y acción, se había apagado. No había plan. No había contingencia. Solo un vacío inmenso, helado, con la forma de una sonrisa pícara y el eco de una promesa."Selene."El nombre era un grito silencioso en s