097. El Mensaje para la Reina Desahuciada
La decisión estaba tomada, y con ella, un frío calculador se instaló en la cueva, desplazando los últimos vestigios de la intimidad vulnerable que habían compartido. Se habían convertido, de nuevo, en dos piezas de un mecanismo de guerra. La alianza forjada con los mercenarios de Kael era una espada de doble filo, una abominación táctica que los obligaba a confiar en el enemigo de su enemigo, y ambos sabían que la lealtad de esos hombres era tan volátil como el precio del acero en el mercado negro.
La reunión en las ruinas terminó con un apretón de manos entre Florencio y Kael, un pacto sellado en la desconfianza mutua y la necesidad compartida. Los mercenarios se desvanecieron entre las rocas como espectros, dirigiéndose a su propio campamento para prepararse para la nueva fase de la operación.
El regreso a la cueva fue diferente. El aire en la camioneta ya no estaba cargado de la tensión de dos enemigos, sino de la extraña camaradería de dos conspiradores.
—Son buenos —admitió Flo