096.

El ascensor era de madera oscura, con espejos en tres de sus paredes. Selene evitó mirarse. No quería ver la forma en que su reflejo temblaba. No era miedo. Era otra cosa. Una incomodidad animal que no encajaba con tanto lujo.

Florencio metió la llave magnética sin decir palabra.

Piso 27.

La puerta se abrió con un clic suave. El departamento era inmenso. Frío. Silencioso. Techos altos, mármol, ventanales que iban del suelo al cielo. Y ese olor tan suyo: madera encerada, cuero caro, y algo más… ¿metal? ¿sangre seca?

—Podés ducharte si querés —dijo, dejando las llaves sobre una bandeja de plata.

Selene se quedó en la entrada, sin avanzar.

—¿Tenés miedo?

—No —respondió—. Estoy eligiendo si me voy a dejar oler por tus paredes.

Florencio se giró. Apoyó una mano en la cintura. El saco colgaba abierto. La camisa, aún arrugada desde el viaje.

—Esta no es una trampa.

—Toda casa es una trampa.

—No para mí.

—Claro. Porque vos siempre sos el que encierra.

Él no respondió.

Selene caminó por el liv
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