082. El Primer Hilo de la Telaraña
El dictamen llenó la cueva de un nuevo propósito. El aire ya no estaba viciado por el miedo al acecho, sino cargado con la electricidad de la caza inminente. Dejaron de ser dos seres a la defensiva para convertirse en un comando de operaciones. La inversión de roles era total: ahora, ella era la experta en el "qué" y el "porqué", y él, el especialista en el "cómo" y el "con qué".
—Bien —comenzó Florencio, su mente cambiando instantáneamente al modo táctico—. Los mercenarios de Blandini. No podemos acercarnos a ellos de frente. Nos verían como amenazas. A vos, como a otro de sus blancos. A mí, como al enemigo político al que su jefe quiere destruir. Nos matarían a ambos sin hacer preguntas.
—Entonces no nos acercamos —dijo Selene—. Los hacemos venir a nosotros. O, mejor dicho, los hacemos venir a mí.
Florencio la miró, intrigado.
—Son cazadores —continuó ella, poniéndose de pie y caminando por la cueva, la energía volviendo a su cuerpo—. ¿Y qué es lo que más desea un cazador? El tro