083.

Selene salió del baño con las piernas temblorosas.

No era debilidad física. Era otra cosa. Como si el cuerpo supiera que algo se estaba deshilachando por dentro, y solo esperaba el momento exacto para romperse del todo.

Pasó por el pasillo con la mirada baja. La casa estaba silenciosa. Demasiado. Ni una taza sobre la mesa. Ni una sombra detrás del vidrio.

Mar no estaba.

Pero su olor… sí.

Persistente. Como el perfume de una pesadilla recurrente.

Selene abrió la puerta del fondo. El patio. El viento. El galpón.

El galpón.

Otra vez ese maldito zumbido en la nuca. Esa vena que vibraba. Ese presentimiento animal que no podía ignorar.

Se acercó.

Descalza. Sin plan. Solo con el instinto. O lo que quedaba de él.

Apoyó la mano en la manija.

El metal estaba tibio.

¿Tibio?

Sí.

Eso era extraño.

El sol no daba de ese lado a esa hora. Y sin embargo… la manija parecía haber sido tocada recientemente.

—¿Mar?

Silencio.

Golpeó dos veces.

—¿Hola?

Del otro lado, Cata contuvo la respiración. El cuerpo en
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