Durante toda la semana, Dorian intentó convencerse de que no volvería.
No era un hombre que se dejara arrastrar por caprichos, había aprendido desde joven que el control era lo único que diferenciaba a los que mandaban de los que obedecían. Sin embargo, Isode había hecho que esas reglas se tambalearan.
La odiaba por eso.
La odiaba… y la deseaba.
En el espejo de su apartamento, se observó desnudo, las marcas del último encuentro ya habían desaparecido, pero en su mente seguían ardiendo. Recordó sus palabras, no serás recompensado, no aún. Esa promesa no cumplida lo mantenía inquieto, hambriento, casi irritado.
Podía no ir. Podía ignorarla, recuperar su orgullo, volver a su vida de antes.
Pero cuando el teléfono vibró y vio un mensaje sin remitente, supo que estaba perdido:
> Ven. Habitación negra. 23:00. No tardes.<
No hubo firma. No hacía falta.
El Club estaba más lleno esa noche, las luces eran más bajas, la música más profunda, el ambiente más cargado de jadeos y órdenes su