El sol apenas asoma en el horizonte cuando Kael se endereza, con la oreja atenta. Su mirada se oscurece, su cuerpo se tensa contra el mío. Lyam y Soren también gruñen. El instante de respiro se desvanece. Algo se acerca.
— ¿Qué es…? murmuro, aún jadeante bajo sus cuerpos.
Lyam acaricia mi mejilla con una dulzura inquietante.
— Quédate aquí, Ivy. Sentimos… sangre antigua. No proviene de aquí.Un silencio de plomo se abate, roto por golpes en la puerta de entrada. No es un lobo de la manada. No es uno de sus aliados. Alguien más. Soraya irrumpe en la habitación, con el rostro marcado por la preocupación.
— Es… es un mensajero de una antigua estirpe. Exigen audiencia. Ahora.Me enderezo, aún desnuda bajo las sábanas, con el corazón latiendo.
— ¿Una estirpe? ¿Quién?Kael aprieta los puños.
— Los herederos de los Alfas caídos. Aquellos que perdieron el poder hace décadas. Se pensaba que su sangre estaba extinguida…Soren, sombrío, suelta:
— Quieren recuperar lo que, según ellos, les pertenece. Y tú estás en el centro de lo que codician, Ivy.Tiemblo, sintiendo que la angustia me abraza.
— ¿Yo? ¿Por qué?Soraya cruza los brazos, con la voz fría.
— Porque tu linaje no es tan humano como piensas. Dicen… que eres la clave. La heredera perdida. Y que los trillizos… te han tomado sin derecho.Un silencio mortal se abate. Lyam gruñe, furioso.
— Pueden venir… Verán lo que cuesta poner la mano sobre lo que nos pertenece.Kael murmura, sombrío:
— Pero si dicen la verdad… Ivy… tu sangre podría alterar los equilibrios. No eres solo nuestra. Eres… la descendiente de una línea que se creía desaparecida. Y algunos estarán dispuestos a matar para poseerte.Me siento tambalear, desgarrada entre el miedo y la adrenalina. Los trillizos avanzan, sus miradas ardientes de rabia.
— Nadie, susurra Soren, te arrancará de nosotros. Ni siquiera los dioses.A lo lejos, la campana de alerta resuena. El banquete de la noche anterior no era más que un preludio. La guerra se acerca.
La tensión en el aire es sofocante. Kael, Lyam y Soren me rodean, sus miradas oscuras fijas en el horizonte invisible más allá de las paredes de piedra. La campana resuena de nuevo, obsesionante, como un llamado a la guerra. Siento mi corazón latir tan fuerte que me duele.
Kael gruñe, su voz profunda resuena en la habitación:
— Se atreven… Se atreven a venir a reclamar lo que nos pertenece.Lyam se agarra el cuello con una mano nerviosa.
— Debemos ver lo que quieren. Pero tú no sales, Ivy. Te quedas aquí, con Soraya.Me enderezo, desnuda bajo la sábana, negándome a ser apartada como una muñeca frágil.
— Quiero saber. Lo que soy. Por qué hablan de mi sangre. No tienen derecho a dejarme en la ignorancia.Soren me mira, su mirada tan dura como el acero.
— Tu sangre no importa, Ivy. Lo que cuenta es este vínculo. Eres nuestra. Su reclamo no tiene valor.Soraya susurra, casi burlona:
— Eso… es lo que ustedes quieren creer. Pero si estos antiguos tienen razón, si realmente es la última de su linaje… no se irán sin ella.Tiemblo, las palabras de Soraya penetrando en mi carne. Mis sueños, esas visiones de sombras y garras, este vacío devorador… Todo cobra un sentido aterrador.
— Díganme, exijo al final, díganme quién soy.Lyam cierra los ojos un instante, luego suelta con voz grave:
— Tu madre… Desapareció al mismo tiempo que la línea de los Aelarian. Los alfas más antiguos, aquellos cuyo sangre comandaba a las manadas por derecho ancestral. Se pensaba que su linaje estaba extinguido. Pero si es cierto… Si eres su heredera… entonces eres la reina de todas las manadas. No solo de la nuestra.Un vértigo me invade. ¿Reina?
Murmuro, con la garganta apretada: — Pero no quiero ese trono.Kael se acerca, se arrodilla al borde de la cama, su mano caliente deslizándose por mi muslo desnudo.
— No importa lo que quieras, Ivy. Es tu sangre la que habla. Y ellos, allá afuera, vienen a apoderarse de ella.Un silencio. Luego la puerta se abre. Uno de los tenientes entra, con el rostro grave.
— Exigen audiencia. Y… tienen un rehén. Uno de los nuestros.El rugido de Soren hace temblar las paredes.
— ¿Quién?— Maelis… la sirvienta de Ivy. La han encadenado. Quieren… negociar.
Me levanto, tambaleándome, y murmuro:
— Voy.— No, grita Lyam, ¡te quedas aquí!
Le clavo la mirada, decidida.
— Voy. Me corresponde enfrentar esta sangre.Los trillizos gruñen pero finalmente ceden. Kael me cubre con una capa negra después de que me he duchado. Soraya me mira con una mezcla de piedad y desdén.
— Podrías no volver, murmura.La ignoro y salgo. El viento frío azota mi rostro. Ante las grandes puertas, están allí. Una decena de hombres y mujeres, con miradas de depredadores. Y en el centro, un hombre inmenso, con cabello plateado, una sonrisa cruel en los labios.
— Finalmente, susurra al verme, la última Aelarian… Te estábamos esperando.
Se inclina como ante una reina y su voz se desliza como una serpiente:
— Vienes con nosotros, y nadie muere. Rechaza… y desangramos esta tierra hasta que no tengas nada que amar.Kael, Lyam y Soren avanzan, amenazantes. El suelo vibra bajo su rabia.
— Ella no va a ninguna parte. Es nuestra, escupe Soren.
El hombre sonríe, mostrando colmillos de alfa.
— Eso… ya veremos.La elección me pertenece. Y siento, en lo más profundo de mis entrañas, que todo se jugará ahora.
El viento muerde mi piel mientras avanzo. Cada paso me parece un desgarro. Kael, Lyam y Soren están ahí, listos para arrebatarme ante el más mínimo intento de secuestro, pero sus músculos tensos traicionan su rabia.El hombre de cabello plateado me observa, divertido.— Acércate, pequeña reina. ¿Sabes quién soy?Sacudo la cabeza, incapaz de hablar.Kael escupe:— Fenrik de los Colmillos de Hierro. Traidor a su propia manada.Fenrik inclina la cabeza, falsamente humilde.— Siempre me enseñaron que la lealtad va hacia el más fuerte. Y tú, Ivy… eres más fuerte de lo que piensas. Tu sangre nos pertenece.Aprieto los puños.— Mi sangre no pertenece a nadie.Fenrik ríe suavemente.— Eso es falso, y lo sabes. Los Aelarian no están hechos para el amor o la ternura. Ustedes son soberanos. Reináis o caéis. Vengo a ofrecerte un trono, Ivy.Un silencio. Sus hombres señalan a Maelis, encadenada, con una mirada suplicante. Mi corazón se aprieta.— Si te niegas… ella morirá la primera. Y después de
SorenCaigo de rodillas. Mi corazón se detiene. La tierra tiembla bajo sus pies descalzos. Ella… ella cambia. Frente a nosotros. Ante toda la manada. — Por los Antiguos… no puede ser…Ella está ahí. Más hermosa, más salvaje que nunca. Su piel brilla con un resplandor lunar. Sus ojos… joder… dorados, rasgados como los de un depredador.Kael— ¿Qué es esto…? ¿Quién eres, Ivy?Ella sonríe. Una sonrisa de lobo.IvyLo siento, al fin. La verdad que estalla en mis venas. No soy su debilidad. Soy su reina. Su maldición. Su salvación. — Soy la que ustedes han llamado. La que estaba dormida. Ahora… estoy despierta.LyamLa miro, incapaz de moverme. Cada fibra de mi ser grita por unirme a ella. Por adorarlo. Por seguirla hasta el infierno. — Nos has mentido.Ella sacude la cabeza. — No lo sabía. Pero ahora… se acabó. No nos ocultamos más.IvyLevanto la vista hacia la luna. La sangre de Maelis aún pulsa en la tierra. Y sé. Sé lo que debo hacer. — Vamos a cazarlos. Vamos a destruirlos.
IvyEl frío muerde mi piel, pero no siento nada. Solo quedan sus manos, sus alientos, sus cuerpos que me rodean. La luna ilumina nuestra decadencia, y sonrío, embriagada de su deseo.— No me contengan… murmuro. Soy de ustedes.El gruñido de Kael me atraviesa, áspero, bestial. Me empuja contra el árbol, su cuerpo ardiendo de rabia y deseo. Su mano se pierde en mi garganta, lo suficientemente apretada para recordarme que me posee.— No tienes idea de lo que acabas de liberar, Ivy.KaelMaldita sea, la quiero. Salvaje. Sumisa. Maldita Reina que nos lleva a esta locura. Aparto sus muslos, me hundo en ella de un golpe, sin advertencia. Su grito resuena, y yo gruño de placer.Ella es nuestra, y ahora lo sabe.SorenNo puedo más. Mis garras salen, rasgo el suelo mientras la miro ser devorada por Kael. Pero no es suficiente. Agarro su cabello, inclino su cabeza hacia atrás y muerdo. Fuerte. Hasta sangrar.— Grita para mí, Ivy. Grita otra vez.Ella gime, su cuerpo se arquea, ofrecida. Mi panta
LyamMe acerco a ella, le susurro:— Vamos a lavarte, mi Reina. Y después… duermes.Ella sonríe débilmente, luego asiente.— Pero quiero que ustedes se queden… quiero sentirlos… otra vez.IvyMe escoltan hacia adentro. Las grandes puertas se cierran detrás de nosotros. Oigo a las sirvientas moverse, pero Kael gruñe, despidiéndolas con un gesto brusco.— Nadie. Nosotros nos encargamos de ella.El baño está listo. Una gran tina humeante. Lyam me levanta suavemente y me deposita en el agua. El calor me arranca un gemido.KaelTiemble al verla deslizarse en el agua. Sus pechos emergen a la superficie, la marca de mis colmillos aún visible en su garganta. Me aprieta la garganta.— Déjanos, Ivy… déjanos adorarte.SorenNos desnudamos sin vergüenza y nos unimos a ella. Me siento detrás de ella, mis manos la masajean, deslizan sobre su vientre, sus caderas.— ¿Sientes… lo que te hicimos… lo que te quitamos… y lo que te dimos?Ella asiente, con lágrimas en los ojos.— Sí… siento todo.LyamTom
IvyCuando entro en el gran salón, descubro la mesa puesta. Pan todavía caliente, frutas jugosas, platos humeantes. Y Soraya… ya sentada, con el mentón en alto.Por un instante, me quedo paralizada. Ayer aún me miraba con desdén. Hoy… su mirada es diferente. Más suave. Casi curiosa.LyamAgarro la mano de Ivy con la mía y avanzo sin dejarle opción.— Estás en casa aquí. Nunca más bajes la mirada ante nadie.Lance una mirada a Soraya. Ella se endereza, y veo la lucha en su mirada. Pero inclina ligeramente la cabeza. Una sumisión discreta… pero real.SorayaLa miro. Esta mujer… esta humana… Ya no es solo una humana, lo siento. Y mis hermanos la aman. Locamente.— Hola Ivy. Espero que hayas dormido bien.Mi voz es suave. Una primera vez. Porque finalmente entiendo lo que es. Su compañera. Su igual. Tal vez… mi futura Reina.IvySu voz me sorprende. Le sonrío suavemente, aún a la defensiva.— Sí… muy bien. Gracias.KaelGruño, divertido por esta farsa. Muevo la silla de Ivy y la hago sent
IvyEl coche desacelera en el camino principal. El sol poniente baña la mansión con una luz dorada. Mi corazón late rápido. Tengo casi miedo de bajar, miedo de cruzar sus miradas… miedo de lo que verán.Soraya me roza la mano.— No bajes la mirada, Ivy. Eres su igual. Eres su Reina.Inhalo profundamente y salgo.Están ahí.Lyam, Kael, Soren. Apoyados despreocupadamente contra la barandilla, en esa postura desinhibida que no engaña a nadie. Sus miradas me devoran antes de que dé un paso.LyamLa veo. Y durante un instante, dejo de respirar.Soraya la ha transformado. Ya no es la pequeña humana tímida. Avanza, cabeza en alto, con la mirada ardiente. Su vestido negro se ajusta a sus curvas a la perfección. Y esa abertura… joder.Siento a Kael y Soren quedarse inmóviles a mi lado. Incluso ellos, no se atreven a moverse.— Ven aquí… susurra Kael con voz ronca.KaelNo sé cómo logro articular estas palabras. Ella se acerca, y tengo la sensación de que un maldito corriente eléctrico recorre
IvyMe despierto en un capullo de calor, mi cuerpo aún dolorosamente sensible de la noche pasada. Una brisa ligera roza mi piel desnuda. El sol aún no ha salido, pero ya los siento despiertos.Sus cuerpos me rodean, me abrazan, me encierran en esta jaula dorada donde finalmente me siento en mi lugar.Una mano acaricia suavemente mi muslo. Otra roza la curva de mi seno, provocando un escalofrío incontrolable.Lyam murmura contra mi nuca:— Estás despierta, mi reina…Su voz ronca me hace estremecer, y antes de que pueda responder, Kael se inclina y muerde suavemente la punta de mi seno.— Ya tiembla… ¿Lo sientes, Lyam? Está lista... otra vez.Soren se ríe contra mi vientre, sus labios cálidos rozando mi piel:— ¿Cómo no despertarla así? Nos pertenece.Me rodean. Sus besos llueven sobre mí. El deseo renace, violento, imposible de contener.Ivy— Ustedes… están locos… susurro, jadeante.LyamGruño, mi sexo duro contra su espalda.— No, Ivy… Somos tuyos. Y esta mañana… esta mañana, quiero
IvyEl silencio ha engullido la habitación. La partida de las tres mujeres ha dejado solo ira y frustración. Sin embargo, Lyam me atrae hacia él, sus dedos hundiéndose en mi nuca con una posesividad feroz.— Ven. Vamos a demostrarte cuánto eres nuestra.Sin esperar, me arrastran hacia arriba, a nuestra habitación. El fuego chisporrotea en la chimenea, pero es su mirada la que me quema.Kael gruñe:— Déjanos borrar sus huellas. Déjanos recordarte que eres tú y solo tú…Se lanzan sobre mí como lobos hambrientos. Mi ropa vuela hecha jirones. Sus manos se entrelazan, se deslizan sobre mi piel, sus alientos se mezclan. Me cubren de besos, de mordiscos posesivos.Soren jadea contra mi garganta:— Dilo, Ivy. Di que eres nuestra. Que todos lo escuchen… incluso esas perras.Grito su nombre, embriagada de deseo, de rabia, de alivio también. Mis uñas se hunden en sus carnes, sus gemidos resuenan en la habitación. Me toman, turno a turno, juntos, sin ninguna restricción.Lyam me agarra por las ca