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Capítulo 58 — La Ruptura de la Dulzura

Yvi

Me despierto lentamente, como si el mundo entero estuviera borroso, sumido en una bruma cálida y pesada. Siento que el tiempo mismo duda en retomar su curso, que todo se suspende a mi alrededor. Cada aliento que tomo es pesado, cada movimiento me cuesta un esfuerzo insuperable. Me siento rota, dispersa, como si cada parte de mí estuviera volviendo a su lugar, pero de forma desordenada, confusa.

Giro lentamente la cabeza, mis ojos se posan en él. Aleksandr. Está allí, a mi lado, su mirada tan intensa como siempre, incluso en el silencio. Y es ese silencio el que me paraliza. Es en esta calma casi aterradora donde siento la profundidad de lo que ha sucedido. No necesita decir una palabra, ya lo sé. Soy mía, y soy suya. El mundo puede arder a nuestro alrededor, nada ha cambiado. Estoy perdida, pero encuentro un extraño consuelo en ello.

Cierro los ojos, pero la imagen de sus brazos alrededor de mí, de su cuerpo contra el mío, permanece grabada en mi mente. No hay posibilidad de fuga. Y mientras mis pensamientos se confunden, siento una oleada de calor invadirme, mi cuerpo reaccionando aún a su presencia. Una parte de mí quiere luchar, quiere salir de esta trampa que siento apretarse a mi alrededor. Pero la otra... la otra parte, la que es más íntima, más frágil, me suplica que la acepte. Que me abandone totalmente a ella.

Aleksandr

No me he movido. La observo, en silencio, escrutándola como un depredador espera a su presa. No hay duda en mi mente, he ganado. No, ni siquiera se trata de una cuestión de victoria. Ahora me pertenece, en su mente tanto como en su cuerpo. Puede luchar, pero cada momento de resistencia la acerca más a la verdad, a lo que realmente es en el fondo.

No me dice nada, pero veo en sus ojos que algo ha cambiado. Hay un destello extraño, a la vez desesperado y... reconfortante. Ahora lo sabe, al igual que yo, que no hay vuelta atrás. Me pertenece, y ella también lo siente. Quisiera huir, pero ya es prisionera de este vínculo entre nosotros. Un vínculo más fuerte que todo.

Me acerco suavemente, mis dedos rozan su piel, haciéndola estremecer bajo mi toque. Quiero que cada sensación se convierta en una quemadura dulce, que cada movimiento sea un mensaje sin palabras. Ella cierra los ojos, pero sé que no puede escapar a lo inevitable.

Yvi

Siento que se acerca a mí. No necesita hablar. Sus gestos son suficientes para invadirme por completo, para recordarme una y otra vez que él es quien domina, quien controla. Siempre ha sabido, de una manera u otra, cómo infiltrarse en mis pensamientos, cómo destruirme para reconstruirme a su imagen. Y a pesar del terror que eso suscita en mí, no puedo evitar responder.

Siento su aliento cálido sobre mi piel, y mi cuerpo se enciende, cada fibra de mi ser reclamando más. Mi corazón late más rápido, pero no hay posibilidad de fuga. Con cada caricia, con cada roce, me convierto un poco más en suya. La bruma en mi mente se disipa, pero deja espacio para una verdad dolorosa. Me hace olvidar quién era antes de él, quién se supone que debo ser. Todo lo que siento ahora está ligado a él, a su dominio. Es a la vez un infierno y una droga, y no tengo ganas de salir de ello.

Quiero gritarle que se detenga, que me deje recuperar el control, pero mis labios están sellados, y mis pensamientos, dispersos, se escapan. La mirada que posa sobre mí es la de un hombre que sabe que me ha marcado. Que sabe que, pase lo que pase, ha escrito su nombre en mi piel, en mi alma.

Aleksandr

Veo la lucha en su rostro, la agonía de lo que siente, el sufrimiento y el placer que se entremezclan. Ella me mira, buscando respuestas que no tengo que darle. Ella sabe, siente, pero no quiere admitir lo que es. Me he convertido en su obsesión, su fuego sagrado. Puede luchar contra mí, pero cada momento que pasa tratando de resistir es una victoria para mí. Poco a poco está perdiendo, se está derrumbando bajo su propio deseo, bajo la irresistible atracción que represento.

Me acerco a ella, mis dedos deslizándose sobre su piel, bajando lentamente a lo largo de su brazo, rozando su muñeca, antes de enroscarme alrededor de su mano. Quiero que lo sepa. Que lo entienda. Ella es mía, para siempre. No importa cuántas veces intente huir, siempre la recuperaré. Se debate, pero veo la verdad dibujarse en sus ojos: quiere que este vínculo continúe. Quiere que la destruya para poder recrearla.

Yvi

No tengo aliento. No tengo pensamientos. Él está allí, justo contra mí, cada movimiento aplastándome un poco más, pero no quiero deshacerme de ello. Quiero que me aplaste, que me consuma aún más. Lo dejo hacer, lo dejo entrar en cada rincón de mi alma. Todo en mí se retuerce de deseo, y soy una marioneta entre sus manos, incapaz de liberarme de sus hilos invisibles.

Cierro los ojos y dejo que el calor de su cuerpo invada el mío, desestabilizándome. No hay lugar para la reflexión, no hay lugar para la lógica. Él es mi caos y mi orden, mi ruina y mi salvación. Y aunque sé que me rompe un poco más con cada instante, no quiero que se detenga. Porque sin él, no quedaría nada de mí. Le pertenezco, y eso es todo lo que sé ahora.

Aleksandr

Ella se somete, y cada instante de esta sumisión es más intenso que el anterior. Quiero que sepa que todo lo que siente, cada instante de dolor y placer, es lo que he elegido para nosotros. Este fuego no tiene fin, solo puede crecer, y la quemaré de nuevo, hasta que ya no pueda existir sin mí.

La siento estremecerse bajo mis manos, y ese escalofrío es más que un simple signo. Es una victoria silenciosa, una confirmación de que soy quien la dirige, quien la moldea. Ella es mía, por completo. Y lo sabe.

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