Yvi
La luz pálida del amanecer acaricia mi piel desnuda cuando mis párpados se abren lentamente. El palacio está en silencio, amortiguado por el grosor de las cortinas negras cerradas contra el día. Todo mi cuerpo duele, entumecido por la noche salvaje que hemos atravesado. Pero es un dolor dulce, un recordatorio ardiente de lo que me ha hecho, de lo que me ha quitado... y ofrecido.Siento su presencia incluso antes de verlo. Aleksandr está allí, acostado de lado, su mirada roja posada sobre mí. Su mano roza mi mejilla, una caricia tan tierna que me arranca un suspiro.
— Estás despierta, mi reina...
Su voz es áspera, aún cargada de sueño.
Asiento, incapaz de hablar, ahogada en sus ojos de otro tiempo.
Aleksandr
Es sublime. Desnuda, marcada, aún temblando por lo que hemos compartido. No puedo resistirme, mis labios encuentran su sien, se deslizan hasta su cuello. Allí, sobre la mordida que le dejé, deposito un beso casi casto.— Sientes mi olor... Te cubre. Eres mía, Yvi. Nadie podrá quitarte de mí.
Ella tiembla, sus dedos deslizándose tímidamente sobre mi torso desnudo.
— Yo... ya no sé quién soy sin ti...
Sus palabras me golpean, despiertan una ternura insospechada.
La tomo en mis brazos, la aprieto contra mí como si pudiera escaparse.
— Eres mía. Mi reina. Mi igual. Este palacio es tuyo, esta gente es tuya... Y esta cama... nunca te dejará ir.
Yvi
Me pierdo en el calor de sus brazos, en la seguridad que me ofrece. A pesar de lo que es, a pesar de lo que ha hecho... nunca he sentido esto. Esa sensación de estar finalmente en mi lugar.Sus manos acarician mi espalda, suben por mi cabello que él aparta suavemente para besar mejor mi nuca.
— Déjame cuidar de ti esta mañana...
Cierro los ojos y asiento.
Aleksandr
La guío lentamente sobre la cama, la acuesto sobre su vientre, exponiendo su piel a la luz tenue. Mis labios se deslizan a lo largo de su espalda, lentamente, amorosamente. Cada beso la hace suspirar.Tomo mi tiempo, lavándola con un paño húmedo, borrando el sudor y la sangre seca de la noche anterior. La seda de su piel me vuelve loco.
Ella gime, se arquea bajo mis caricias.
— Aleksandr...
Su murmullo me arranca una sonrisa. Ella ya no resiste. Me llama, me quiere.
La doy la vuelta, la cubro con mi cuerpo, pero esta vez voy despacio. Quiero que sienta cuánto me pertenece... que cada estremecimiento sea una promesa de eternidad.
Yvi
Es dulce. Es tierno. Y, sin embargo, me quema más que la noche anterior. Me derrito bajo sus gestos, sus susurros, sus miradas.Cuando finalmente me toma, ya no es la guerra de la noche anterior. Es una ofrenda. Una unión.
Me aferro a él, jadeante, y esta vez... lloro sin vergüenza.
— Te amo...
No sé de dónde sale. Pero está ahí.
Aleksandr
Mi corazón se detiene. Luego explota. La beso con una ternura furiosa, la abrazo, la penetro aún más profundamente.— Te amo, Yvi... Desde siempre... Y por la eternidad.
El placer nos envuelve, lentamente, poderosamente, hasta que llegamos juntos en un grito ahogado contra la piel del otro.
Yvi
Cuando finalmente se retira, me acurruco contra él. El corazón apaciguado. El cuerpo colmado.— Quedémonos un poco más... Solo nosotros...
Él sonríe, sus colmillos brillando en la luz del amanecer.
— Tanto tiempo como quieras, mi reina...
El día se extiende en una dulzura irreal. Aleksandr no me suelta. Me guía a través de los pasillos del palacio, me muestra los jardines colgantes, las galerías ancestrales, los frescos que cuentan la historia de su pueblo. Por todas partes, sus vampiros se inclinan a nuestro paso, me miran con una mezcla de temor y respeto.
Debería tener miedo. Pero ya no siento la fuerza. Estoy aquí. Con él.
— Te reconocen ya como su reina, murmura Aleksandr. Sienten el vínculo. Saben que eres mía.
Sus dedos rozan mi nuca, donde me ha marcado. Y un escalofrío recorre mi cuerpo, incontrolable.
— ¿Y tú? ¿Me perteneces?
Le miro, con la respiración entrecortada.
— Ya no sé pertenecer a otra cosa que a ti...
Él sonríe, victorioso. Pero en sus ojos hay más que eso. Hay una grieta, un miedo ancestral a perderme.
Aleksandr
La aprieto contra mí, negándome a escuchar los murmullos que comienzan a resonar en mi cabeza. El viento cambia. El olor de la sangre se acerca.Sé que vienen.
Los tres lobos.
Y sé que están dispuestos a todo para recuperarla.
Pero que vengan. Ella es mía ahora.
Lyam
El viento me arrastra. Mis garras desgarran la tierra. Kael aúlla detrás de mí, Soren gruñe, los colmillos ya afuera.— ¡Más rápido!
Hemos perdido demasiado tiempo. Hemos esperado demasiado.
Y ahora... ¿nos dicen que ella está con un maldito vampiro? ¿Con el rey en persona?
Voy a matarlo. Voy a matarlos a todos.
Ella era nuestra. Ella ES nuestra.
Y no dejaré que nada ni nadie nos la quite.
Kael
— Lo voy a hacer sangrar, Lyam... Te lo juro, lo haré sangrar...Soren
— La recuperamos. No importa el precio.La manada sigue. Los más fuertes. Los más locos. Los más peligrosos.
Y esta noche... este maldito reino de muertos va a arder.
Yvi
La noche cae y lo siento. En cada fibra de mi cuerpo. Algo se acerca.Aleksandr también lo siente. Me aprieta fuerte, su mirada fija en el horizonte, donde se levantan las primeras sombras.
— Vienen. Tus lobos...
Mi corazón se desgarra. Mi cuerpo se tensa.
— ¿Qué vas a hacer?
Él me mira, serio.
— Destruirlos si intentan recuperarte.
Me ahogo.
— No... No a ellos...
Pero ya no me escucha. El rey está aquí. Frío. Implacable.
Aleksandr
La veo llorar. La siento temblar. Pero no flaquearé. Ellos piensan que me la van a arrebatar. Pero no saben lo que estoy dispuesto a hacer.Me levanto en las murallas. Mi pueblo se alinea detrás de mí. Cientos, miles de vampiros.
Y frente a nosotros... una horda de lobos. Salvajes. Furiosos.
Su olor a tierra y sangre me revuelve el estómago.
Lyam
La veo. En las murallas. Con su vestido blanco, marcada por ese bastardo de vampiro.Aúllo. Un grito de rabia, de pérdida, de amor también.
— ¡YVI!
Ella se sobresalta. Su mirada me encuentra.
— Regresa... ¡Regresa, maldita sea!
Soren
— La hemos dejado demasiado tiempo...Me lanzo, listo para todo.
Pero una barrera de sombras se levanta entre nosotros. Aleksandr sonríe.
— ¿La quieren? Vengan a buscarla...
La sangre fluye. El suelo tiembla. El cielo se abre.
La guerra comienza.
Yvi
Y yo grito. Entre dos mundos. Dos amores. Dos destinos.Y ya no sé dónde está mi lugar.
YviNo me muevo. Estoy paralizada, ahí, entre ellos. El viento golpea mi rostro, las lágrimas ruedan por mis mejillas sin que pueda contenerlas. Abajo, los trillizos gritan mi pérdida, su rabia parte el aire, resuena hasta mí. Frente a mí, Aleksandr se erige, erguido, soberano, listo para aniquilarlos por mí.Y ya no sé dónde está mi lugar.Creía haber encontrado un refugio en sus brazos helados. Pero verlos ahí, mis lobos, el corazón hecho trizas, despierta esa parte de mí que había enterrado.— Yvi... Vuelve, maldita sea... Vuelve con nosotros...La voz de Lyam rasga el cielo. Me mira, con la mirada loca, el cuerpo temblando de rabia y dolor. Sus hermanos a su lado, la boca ensangrentada de haber gritado demasiado, los puños apretados.Titubeo.— Van a morir si bajas, Yvi... susurra Aleksandr en mi oído. Su mano helada se cierra sobre mi nuca, obligándome a quedarme allí, sobre esas murallas. No los dejaré que te vuelvan a tomar. Nunca. Eres mía.— No soy de nadie... murmuro, pero n
YviEl palacio está silencioso, casi demasiado. Mis pasos resuenan en la gran sala vacía. Sin embargo, siento ese escalofrío, esa tensión en el fondo del vientre, ese extraño calor que me oprime el pecho. Tengo frío. Y al mismo tiempo… ardo.Algo crece dentro de mí.Lo siento, visceralmente. Como si la tierra misma me llamara. Mis manos se deslizan sobre mi vientre, y este simple gesto me quiebra. Porque lo sé. Sé lo que llevo, aunque todavía me niegue a creerlo.No es la marca de Aleksandr la que palpita en mis venas. No. Es otra cosa. Un susurro. Una vida.Su vida.LyamEl grito que me desgarró escapa de mi garganta sin que pueda contenerlo. Caigo de rodillas en este bosque donde crecimos. Allí donde todo comenzó. Y la siento. Su olor. Su angustia. Pero más fuerte aún… siento lo que ella ni siquiera sabe que lleva dentro.— Ella es nuestra... Ella nos lleva...Mi voz se quiebra. Las lágrimas fluyen. Soren y Kael acuden, alertados por mi grito.— ¿Qué estás diciendo? gruñe Kael.— Yv
Aleksandr La miro. Ella está ahí. De pie. Inmóvil. Pero veo sus rodillas tambalear, sus manos crispadas en los pliegues de su vestido como si quisiera arrancarse de ese cuerpo, huir, gritar. Se enfrenta a mí como una condenada frente a su verdugo, pero no hay cadenas alrededor de sus muñecas. No. La cadena soy yo. Y la odio por eso. Por este control que tiene sobre mí. Por este poder que ni siquiera domina. Me ha poseído sin tocarme. Me ha roto sin levantar la mano. Ella es mi azote, mi salvación, mi desgracia. Y, sin embargo, se atreve. Se atreve a pedirme lo impensable. El abandono. El final. La liberación. — Me pides que te deje ir… Las palabras escapan en un susurro áspero, ahogadas por la ira, por el dolor, por un sufrimiento demasiado antiguo para ser humano. Mi voz se quiebra, y siento que todo en mí se agrieta. Soy un rey. Soy un monstruo. Un señor de sangre. Un dios entre las bestias. Pero frente a ella… soy un hombre. Un hombre arrod
YviLo siento en mis huesos, ese peso que deposita en mi alma. La guerra está a mi puerta, y sin embargo, él es mi amo, quien me quiebra sin siquiera tocarme. No hay escapatorias, no hay protección en este mundo. Soy prisionera de su dominio, y él lo sabe. Y yo también lo sé.Debería estar asustada, pero es un calor extraño el que me consume. Me ha marcado, su sombra se desliza en mi mente, se infiltra en cada pensamiento, cada aliento. La promesa de una libertad que ya no me atrevo a llamar por su nombre. Porque soy mía y, sin embargo… le pertenezco.Él me ha hecho lo que ha querido. Me ha roto, pero aún me mantiene intacta, como un objeto precioso y peligroso. El sabor de su posesión en mis labios me ahoga, pero no puedo deshacerme de ello. No aún. Él tiene todo lo que soy, todo lo que podría ser. Y lo sabe.La guerra retumba, me rodea, pero estoy como suspendida en este espacio extraño donde ya no hay lugar para escapar. No es el miedo lo que me paraliza, sino esta aceptación, dulc
YviEstoy aquí, suspendida entre dos mundos, entre el deseo y la derrota. La sombra de lo que soy se desmorona cada vez que él me toca, cada vez que se acerca a mí. Es una sensación indescriptible, dulce y dolorosa a la vez, como si mi alma estuviera quemada por un fuego que no comprendo. Él es la llama. Él es la ceniza. Y me consumo sin poder escapar de este incendio, sin poder desprenderme del calor que me devora. La verdad es que soy a la vez la víctima y la cómplice, y en esta dualidad, me pierdo un poco más cada vez que nuestros cuerpos se rozan.Sus manos acarician mi piel, suaves al principio, como una promesa. Lo siento, cada escalofrío recorriendo mis nervios, cada aliento que no logro controlar. Sus dedos acarician mis brazos, siguen la línea de mis costillas, trazando senderos invisibles de deseo. Él está aquí, en mi espacio, y todo en él me habla de una dominación silenciosa. No me obliga, pero no me deja opción. Me aprisiona en una trampa invisible, y cada movimiento, cad
YviEstoy a punto de desmoronarme, lenta e inexorablemente. El mundo a mi alrededor desaparece poco a poco, todo lo que soy se reduce, se concentra en él. Él, el hombre que ha echado raíces en mi mente, que abraza mi corazón con una fuerza que ya no puedo definir. Cada respiración que tomo, cada latido de mi corazón resuena con su presencia. Él está ahí, siempre ahí, en cada rincón de mi ser, devorando, insaciable.Siento el deseo invadiéndome con cada contacto. Sus manos, ardientes, me rozan y me consumen, como llamas devorando una madera seca. Cada beso que deposita en mi piel es un acto de posesión, una marca invisible, pero inalterable. Me devora por dentro, pero no puedo detenerme. Porque, paradójicamente, quiero que lo haga. Porque estoy perdida. Y cuanto más lucho, más enciende esta guerra entre lo que quiero ser y lo que me he convertido.Mi cuerpo responde a sus caricias incluso antes de que mi voluntad pueda reaccionar. Soy prisionera de este fuego sagrado que él enciende en
YviMe despierto lentamente, como si el mundo entero estuviera borroso, sumido en una bruma cálida y pesada. Siento que el tiempo mismo duda en retomar su curso, que todo se suspende a mi alrededor. Cada aliento que tomo es pesado, cada movimiento me cuesta un esfuerzo insuperable. Me siento rota, dispersa, como si cada parte de mí estuviera volviendo a su lugar, pero de forma desordenada, confusa.Giro lentamente la cabeza, mis ojos se posan en él. Aleksandr. Está allí, a mi lado, su mirada tan intensa como siempre, incluso en el silencio. Y es ese silencio el que me paraliza. Es en esta calma casi aterradora donde siento la profundidad de lo que ha sucedido. No necesita decir una palabra, ya lo sé. Soy mía, y soy suya. El mundo puede arder a nuestro alrededor, nada ha cambiado. Estoy perdida, pero encuentro un extraño consuelo en ello.Cierro los ojos, pero la imagen de sus brazos alrededor de mí, de su cuerpo contra el mío, permanece grabada en mi mente. No hay posibilidad de fuga.
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal