Yvi
El sol ya ha subido alto cuando me despierto de nuevo, acurrucada contra Lyam. La habitación está bañada en una luz dorada, y el olor a almizcle aún flota en el aire. Sin embargo, la tensión de la víspera se ha apaciguado. Kael se estira perezosamente cerca de mí, mientras que Soren observa la escena, apoyado en la cabecera de la cama, con una sonrisa satisfecha en los labios.
Lyam murmura contra mi sien:
— Hoy, no te mueves sin nosotros. Tenemos asuntos que resolver, pero te quedas aquí... junto a nosotros.Asiento sin discutir. Siento esa necesidad, visceral, de no alejarme. De permanecer en su mundo, en su olor, en esta burbuja donde soy su Reina.
Las sirvientas no tardan en entrar discretamente, dejando lo necesario para alimentarnos. Pan aún caliente, frutas maduras, carne jugosa. Soren toma un racimo de uvas y, sin una palabra, desliza una uva entre mis labios.
— Come... necesitas recuperar fuerzas, susurra, sus ojos devorándome como si yo fuera un platillo más en su festín.
Me alimentan por turnos, disfrutando al ver mis labios abrirse bajo sus dedos. Un ritual carnal tanto como tierno, que me deja sin aliento.
Cuando la bandeja está vacía, Kael murmura, divertido:
— Te vamos a arrancar de la cama, mi Reina. Pero solo por unas horas.Me ayudan a levantarme, a lavarme, envolviéndome en un vestido fluido elegido por ellos. Las sirvientas peinan mi cabello, me preparan como una ofrenda. Luego, con un paso calmado, descendemos en la casa.
El día se alarga en una atmósfera extraña. Lyam, Kael y Soren se encierran en su oficina, donde otros Alphas vienen a unirse a ellos. Capturo miradas, murmullos. Todos saben quién soy. Todos sienten la marca en mi piel.
Pero nunca me dejan sola. Soraya llega, distante, mirándome con esa misma mirada crítica que me revuelve el estómago. Sin embargo, hoy, se muestra silenciosa. Casi respetuosa.
Soren se une a mí después de una hora, deslizando un brazo alrededor de mi cintura.
— Ven... Quiero que veas nuestro territorio con otros ojos. No como una prisión. Sino como tu hogar.Salimos juntos, bordeando senderos flanqueados por majestuosos árboles. Los otros lobos se inclinan a nuestro paso. El respeto, el miedo... y esta certeza: soy su Reina.
Kael pronto se une a nosotros, sonriendo suavemente.
— ¿Sientes esta fuerza, Ivy? Ahora es tuya. Solo somos tus brazos armados.El día transcurre así, entre descubrimientos y miradas de reojo. Me muestran las tierras, los ríos, los claros donde cazan. Cada paso que doy me arraiga un poco más en esta manada, en esta ciudad.
Al atardecer, Lyam me atrae hacia él y murmura con voz ronca:
— Esta noche... ya no eres una extraña. Esta noche, duermes en el corazón de tu manada.Y en sus ojos, comprendo: no habrá más fuga. No habrá vuelta atrás.
La noche cae, envolviendo la casa en un manto de terciopelo. El fuego crepita en la chimenea de su inmensa habitación y el aire está cargado de esa tensión animal que me hace estremecer. Lyam, Kael y Soren cierran la puerta detrás de ellos. Sus miradas me queman. Ya no es la ternura del día. Es otra cosa.
Lyam se acerca, su aliento rozando mi nuca.
— ¿Sientes, Ivy? Cómo tu cuerpo reclama el nuestro. Cómo la marca en tu piel nos llama.Tiemblo bajo sus dedos, incapaz de responder, la garganta apretada por la espera. Kael se desliza detrás de mí, sus manos recorriendo mis caderas, presionándome contra él.
— Este día te ha unido a nosotros. Pero esta noche, te grabamos en nuestra carne.Sin más palabras, Soren se acerca y rasga el fino vestido que me cubre. La tela se desliza a lo largo de mis curvas, revelando mi piel ya temblorosa. Estoy desnuda bajo sus miradas, ofrecida, temblando.
Lyam agarra mi mentón y me obliga a mirarlo.
— Dilo, Ivy. Di que eres nuestra.Mi voz es ronca, quebrada, pero la verdad se escapa sin filtros.
— Soy de ustedes. Solo de ustedes.Gruñen al unísono, esta declaración los vuelve locos. Kael me acuesta sobre las sábanas, su boca devorando mi piel. Soren viene a capturar mis labios mientras Lyam desciende lentamente, dejando sus colmillos rozar la curva de mis pechos, hasta mis caderas.
Me pierdo en sus besos, en sus caricias. Cada uno me reclama, me saborea, me toma sin reservas. Sus cuerpos se encadenan, se suceden, me consumen. Grito sus nombres, me arqueo, ofrecida y ansiosa.
Kael gruñe:
— Eres perfecta... nuestra maldita Reina... naciste para esto... para nosotros.El placer es brutal, salvaje, sin piedad. Me abren, me toman, una y otra vez, hasta que pierdo la noción del tiempo, del mundo.
Soren murmura a mi oído, jadeando:
— Nunca te dejaremos ir... Eres nuestra... y esta noche, te lo demostramos en cada embestida, en cada mordida.Sus colmillos marcan mi piel, sus garras dejan huellas ardientes. Y yo gozo en un grito desgarrador, rota, reconstruida por sus manos.
La noche es una larga danza carnal en la que me ahogo en ellos. Hasta que no queda nada de la mujer que era... y solo queda su Reina, marcada en la carne y el alma.
El sol apenas asoma en el horizonte cuando Kael se endereza, con la oreja atenta. Su mirada se oscurece, su cuerpo se tensa contra el mío. Lyam y Soren también gruñen. El instante de respiro se desvanece. Algo se acerca.— ¿Qué es…? murmuro, aún jadeante bajo sus cuerpos.Lyam acaricia mi mejilla con una dulzura inquietante.— Quédate aquí, Ivy. Sentimos… sangre antigua. No proviene de aquí.Un silencio de plomo se abate, roto por golpes en la puerta de entrada. No es un lobo de la manada. No es uno de sus aliados. Alguien más. Soraya irrumpe en la habitación, con el rostro marcado por la preocupación.— Es… es un mensajero de una antigua estirpe. Exigen audiencia. Ahora.Me enderezo, aún desnuda bajo las sábanas, con el corazón latiendo.— ¿Una estirpe? ¿Quién?Kael aprieta los puños.— Los herederos de los Alfas caídos. Aquellos que perdieron el poder hace décadas. Se pensaba que su sangre estaba extinguida…Soren, sombrío, suelta:— Quieren recuperar lo que, según ellos, les perten
El viento muerde mi piel mientras avanzo. Cada paso me parece un desgarro. Kael, Lyam y Soren están ahí, listos para arrebatarme ante el más mínimo intento de secuestro, pero sus músculos tensos traicionan su rabia.El hombre de cabello plateado me observa, divertido.— Acércate, pequeña reina. ¿Sabes quién soy?Sacudo la cabeza, incapaz de hablar.Kael escupe:— Fenrik de los Colmillos de Hierro. Traidor a su propia manada.Fenrik inclina la cabeza, falsamente humilde.— Siempre me enseñaron que la lealtad va hacia el más fuerte. Y tú, Ivy… eres más fuerte de lo que piensas. Tu sangre nos pertenece.Aprieto los puños.— Mi sangre no pertenece a nadie.Fenrik ríe suavemente.— Eso es falso, y lo sabes. Los Aelarian no están hechos para el amor o la ternura. Ustedes son soberanos. Reináis o caéis. Vengo a ofrecerte un trono, Ivy.Un silencio. Sus hombres señalan a Maelis, encadenada, con una mirada suplicante. Mi corazón se aprieta.— Si te niegas… ella morirá la primera. Y después de
SorenCaigo de rodillas. Mi corazón se detiene. La tierra tiembla bajo sus pies descalzos. Ella… ella cambia. Frente a nosotros. Ante toda la manada. — Por los Antiguos… no puede ser…Ella está ahí. Más hermosa, más salvaje que nunca. Su piel brilla con un resplandor lunar. Sus ojos… joder… dorados, rasgados como los de un depredador.Kael— ¿Qué es esto…? ¿Quién eres, Ivy?Ella sonríe. Una sonrisa de lobo.IvyLo siento, al fin. La verdad que estalla en mis venas. No soy su debilidad. Soy su reina. Su maldición. Su salvación. — Soy la que ustedes han llamado. La que estaba dormida. Ahora… estoy despierta.LyamLa miro, incapaz de moverme. Cada fibra de mi ser grita por unirme a ella. Por adorarlo. Por seguirla hasta el infierno. — Nos has mentido.Ella sacude la cabeza. — No lo sabía. Pero ahora… se acabó. No nos ocultamos más.IvyLevanto la vista hacia la luna. La sangre de Maelis aún pulsa en la tierra. Y sé. Sé lo que debo hacer. — Vamos a cazarlos. Vamos a destruirlos.
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal
Capítulo 2 - La marca del deseoHiedraQuisiera protestar. Gritar. Huir.Pero mi piel arde. Mi aliento se quiebra.Están demasiado cerca.KaelMe deslizo detrás de ella, el pecho apenas rozando su espalda.Puedo sentir cada emoción que la atraviesa.Pelea. Lo noto en la tensión de sus hombros, en cómo aprieta los dedos contra la tela de su vestido.Pero no se aparta.—¿Quieres luchar, Ivy?Mi voz es un susurro que se enreda en su cuello.Su respiración se acelera.—Entonces lucha.¿Cómo se lucha contra uno mismo?LyamEs sublime, atrapada entre nosotros. Su cuerpo tiembla, sacudido por una ola que apenas comienza.Lo veo. Lo siento.Aún no lo entiende. Pero su alma ya nos llama.—Mírame.Tomo su barbilla con cuidado. Ella tiembla.Sus ojos se alzan hacia los míos. Una tormenta eléctrica ruge allí.Está cediendo.HiedraMis piernas flaquean. El pensamiento se deshace.—¿Qué me han hecho...? —susurro.SorenFinalmente, hablo.Mis palabras son escasas, pero cuando llegan, atraviesan.—No
Capítulo 3 – El equipoHiedraCorro.El aire nocturno me azota la cara, pero no puedo escapar de su presencia.Están ahí.En todas partes.En mi aliento entrecortado, en el calor que no abandona mi piel, en la emoción que aún me atraviesa.Me marcaron.Y me aterra.Me hundo en el bosque, la oscuridad devorando mis pasos desbocados. El corazón me late con tanta fuerza que temo que se me salga del pecho.—Corre todo lo que quieras…La voz de Kael resuena. Está cerca. Demasiado cerca.Me doy la vuelta, pero no hay nadie.Solo la oscuridad vibrando. El silencio, opresivo.Una risa se desliza a mi izquierda.—Entraste, ¿verdad?Es Lyam esta vez.Aprieto los dientes.—¡Salgan de mi cabeza!—No estamos ahí —susurra Soren, su voz apenas un aliento tras mi espalda.Me congelo.Están aquí.Su presencia me envuelve como una sombra viva.Cierro los ojos un instante, tratando de recuperar el control. Pero al abrirlos, Lyam está justo frente a mí.Sin ruido. Sin advertencia.Solo él.—Déjate ir.Re
Capítulo 4 – Bajo su agarreHiedraLyam me arregla. Sus ojos dorados arden con una intensidad que me inmoviliza.Avanza. Lento. Con esa seguridad aplastante que me hace querer huir… o lanzarme sobre él.—Mírame —susurra.No quiero.Quiero desaparecer.Pero mis ojos se elevan, lo encuentran.Y ya está.Caigo.En ese abismo incandescente que me abre sin decir una palabra.En ese vínculo invisible que me envuelve, que me asfixia y me abraza al mismo tiempo.Sonríe. Casi satisfecho.—Entonces…Calor tras mi espalda.Kael.Su presencia es un veneno. Una trampa.Ni siquiera necesita tocarme para que mi piel se estremezca con su aliento.—Eres tan reactiva, Ivy…Su voz me roza el cuello como una caricia.Cierro los ojos. Mi respiración se descontrola.—No…—No mientas —interrumpe Soren, su voz profunda corta el aire.Él también se acerca. Más lento. Más contenido.Pero su mirada es una promesa que me desarma.Me estudia. Cada temblor. Cada latido desbocado de mi corazón.—Sientes el vínculo,
---Capítulo 5 – La intoxicación del enlace---HiedraMi aliento es corto.Mi piel arde bajo sus miradas.Están allí, rodeándome, como un círculo de fuego que espera, paciente, que la presa se rinda.Pero no soy una presa.Me niego a serlo.Y aun así... mi cuerpo me traiciona.Lyam.Kael.Soren.Su sola presencia hace vibrar algo en mí. Algo primitivo. Salvaje. Desconocido.Algo que me aterra.—Para… —susurro, con la voz hecha cenizas.Kael se ríe. Esa risa suya, baja, ronca, peligrosa, hace que mi estómago se contraiga.—¿Parar qué, Ivy?Está detrás de mí. Su pecho contra mi espalda.Su mano recorre mi brazo, lenta, hasta enredar sus dedos con los míos.—¿Parar de tocarte?—¿Parar de darte lo que deseas? —murmura en mi oído.Me enojo.Quiero escapar.Pero también... quiero rendirme.Entonces Soren irrumpe con su voz de acero.—Ella todavía pelea.Su mirada me atrapa. Oscura. Incisiva.—¿Para qué?Mi garganta se cierra.¿Para qué...?Porque esto es una locura.Porque es imposible.Po