Yvi
El palacio está silencioso, casi demasiado. Mis pasos resuenan en la gran sala vacía. Sin embargo, siento ese escalofrío, esa tensión en el fondo del vientre, ese extraño calor que me oprime el pecho. Tengo frío. Y al mismo tiempo… ardo.
Algo crece dentro de mí.
Lo siento, visceralmente. Como si la tierra misma me llamara. Mis manos se deslizan sobre mi vientre, y este simple gesto me quiebra. Porque lo sé. Sé lo que llevo, aunque todavía me niegue a creerlo.
No es la marca de Aleksandr la que palpita en mis venas. No. Es otra cosa. Un susurro. Una vida.
Su vida.
Lyam
El grito que me desgarró escapa de mi garganta sin que pueda contenerlo. Caigo de rodillas en este bosque donde crecimos. Allí donde todo comenzó. Y la siento. Su olor. Su angustia. Pero más fuerte aún… siento lo que ella ni siquiera sabe que lleva dentro.
— Ella es nuestra... Ella nos lleva...
Mi voz se quiebra. Las lágrimas fluyen. Soren y Kael acuden, alertados por mi grito.
— ¿Qué estás diciendo? gruñe Kael.
— Yvi... Soren cierra los ojos, pálido como la muerte. Está embarazada...
Un silencio de plomo cae. Luego Kael grita, golpea el árbol más cercano hasta abrirse las manos.
— Joder... ¿Cómo... cómo es posible?
Soren
Lo siento. En cada fibra de mi cuerpo. No hay duda. Esta vida que palpita en su vientre... no es la del vampiro. Es la nuestra. Nuestra sangre. Nuestra carne.
Y entiendo lo que eso significa.
Ella todavía nos pertenece. A pesar de él. A pesar de todo.
Una risa amarga se escapa de mí.
— La marcamos más fuerte de lo que pensábamos...
Lyam solloza, la frente contra la tierra.
— Ella va a morir... Si se queda allá... No la dejará volver a nosotros... Pero lleva a nuestro hijo...
Kael finalmente levanta la mirada, la mirada enloquecida.
— Entonces la recuperaremos. Y si tengo que quemar su maldito reino de sangre... lo haré. Lo juro...
Yvi
Me retuerzo en las sábanas de seda. El dolor me atraviesa. No es el vínculo. No es Aleksandr. Es más profundo. Más antiguo. Más fuerte.
Me ahogo.
— Aleksandr... murmuro, mientras entra en la habitación. Dime la verdad... Lo sabes, ¿verdad?
Se acerca, su mirada negra más oscura que nunca.
— Sí... lo sé. Su mandíbula se tensa. Llevas su sangre... Su herencia...
Retrocedo, horrorizada. — Lo sabías y no me dijiste nada...
— Porque sabía lo que eso provocaría. Se agacha a mi altura. ¿Crees que te dejarán aquí después de esto? ¿Crees que van a abandonar lo que les pertenece?
Cierro los ojos, incapaz de hablar. Mis manos tiemblan.
— Quería amarte, Aleksandr... Quería intentarlo... Pero ahora... no puedo más... Soy de ellos... Ni siquiera puedo negar eso...
Él grita. La habitación vibra.
— No te devolveré, Yvi... No devolveré a mi reina... Ni siquiera por un hijo.
— No podrás luchar contra esto... murmuro. Hay una parte de mí que nunca tendrás...
Lyam
Me incorporo, el aliento entrecortado. — Vamos a buscarla. Esta noche. Ahora.
Kael rechina los dientes. — Quizás muramos... Pero la traemos de vuelta.
Soren asiente.
— Ella lleva la vida. La nuestra. Sea rey o dios... Me da igual.
Cierro los ojos. Una sonrisa amarga deforma mis labios.
— Vamos, Yvi... Aférrate, mi amor.
Yvi
El peso de su mirada me quema la piel mientras se enfrenta a mí, impasible, implacable. Aleksandr. Rey vampiro. Mi carcelero y... el que me ofreció una noche de abandono. Pero esta mañana, lo odio.
— Déjame ir... Mi voz tiembla, ronca de haber llorado demasiado.
No se mueve. Su mirada negra me atraviesa.
— No. Nunca entenderás lo que me costó esperar. Milenios, Yvi... Siglos de sentir este vacío... Y ahora que te tengo, ¿quieres irte? ¿Dejarme... solo, otra vez?
Me ahogo. Mi vientre me quema. El vínculo que me une a mis trillizos grita en mi carne. Me llaman. Me sienten. Saben.
— Llevo su vida... Me desplomo de rodillas, mirando hacia él. No puedes luchar contra esto, Aleksandr. No eres tú, no es tu sangre... Este bebé... son ellos...
Una mueca amarga deforma sus rasgos. Se arrodilla frente a mí, sus manos frías enmarcan mi rostro.
— Te prefiero muerta que en sus brazos... susurra. Los mataré, uno por uno...
Mis lágrimas explotan, saladas, ardientes.
— No entiendes... No quiero estar lejos de ellos... Muero aquí, Aleksandr. Cada segundo, cada aliento, es una tortura...
Cierra los ojos, sus colmillos rozan mi piel.
— Te odio por haberme ofrecido esa noche y por quitármela... Su voz se quiebra. ¿Crees que no siento lo que crece en ti? ¿Crees que no lo oigo... latir?
Presiona su frente contra la mía.
— Pero no puedo dejarte ir, Yvi... Eres mi compañera. La única. La única. Eres mía.
Lyam
Me ahogo. Cada paso nos acerca a ella. Lo sé. Lo siento. Y cuanto más avanzamos, más pierdo el control.
Soren camina delante, en silencio. Kael aprieta los puños, los ojos rojos de rabia.
— Ella nos llama... gruño. Nos quiere... Está gritando en su mente...
Kael murmura con voz ronca:
— Y ese maldito vampiro pagará por cada segundo que la prive de nosotros...
Yvi
Lo miro. Este rey milenario, quebrado por el miedo a perder nuevamente. Pero ya no tengo fuerzas para consolarlo.
— Aleksandr... Por favor... Déjame ir...
Él grita, golpea el suelo, la habitación vibra bajo su ira. Las paredes sangran. Pero me levanto, temblando, orgullosa a pesar de mis lágrimas.
— Puedes encerrarme... Romperme... Pero nunca podrás matar este vínculo. Les pertenezco. Cuerpo y alma. Los amo. Como nunca amaré a otro...
Aleksandr se desploma. Por primera vez, llora. Verdaderas lágrimas. Siglos de soledad se rompen en él.
— Te pierdo... murmura.
Me acerco, mi mano roza su mejilla.
— Nunca me has tenido... Este corazón... Nunca ha latido más que por ellos...
Soren
El palacio está ahí. Majestuoso, frío, aterrador. Pero nada me asusta ya.
— Vamos, Yvi... susurro. Vamos a recuperarte...
Porque no existe un universo donde la dejemos allá. Ni uno.
Aleksandr La miro. Ella está ahí. De pie. Inmóvil. Pero veo sus rodillas tambalear, sus manos crispadas en los pliegues de su vestido como si quisiera arrancarse de ese cuerpo, huir, gritar. Se enfrenta a mí como una condenada frente a su verdugo, pero no hay cadenas alrededor de sus muñecas. No. La cadena soy yo. Y la odio por eso. Por este control que tiene sobre mí. Por este poder que ni siquiera domina. Me ha poseído sin tocarme. Me ha roto sin levantar la mano. Ella es mi azote, mi salvación, mi desgracia. Y, sin embargo, se atreve. Se atreve a pedirme lo impensable. El abandono. El final. La liberación. — Me pides que te deje ir… Las palabras escapan en un susurro áspero, ahogadas por la ira, por el dolor, por un sufrimiento demasiado antiguo para ser humano. Mi voz se quiebra, y siento que todo en mí se agrieta. Soy un rey. Soy un monstruo. Un señor de sangre. Un dios entre las bestias. Pero frente a ella… soy un hombre. Un hombre arrod
YviLo siento en mis huesos, ese peso que deposita en mi alma. La guerra está a mi puerta, y sin embargo, él es mi amo, quien me quiebra sin siquiera tocarme. No hay escapatorias, no hay protección en este mundo. Soy prisionera de su dominio, y él lo sabe. Y yo también lo sé.Debería estar asustada, pero es un calor extraño el que me consume. Me ha marcado, su sombra se desliza en mi mente, se infiltra en cada pensamiento, cada aliento. La promesa de una libertad que ya no me atrevo a llamar por su nombre. Porque soy mía y, sin embargo… le pertenezco.Él me ha hecho lo que ha querido. Me ha roto, pero aún me mantiene intacta, como un objeto precioso y peligroso. El sabor de su posesión en mis labios me ahoga, pero no puedo deshacerme de ello. No aún. Él tiene todo lo que soy, todo lo que podría ser. Y lo sabe.La guerra retumba, me rodea, pero estoy como suspendida en este espacio extraño donde ya no hay lugar para escapar. No es el miedo lo que me paraliza, sino esta aceptación, dulc
YviEstoy aquí, suspendida entre dos mundos, entre el deseo y la derrota. La sombra de lo que soy se desmorona cada vez que él me toca, cada vez que se acerca a mí. Es una sensación indescriptible, dulce y dolorosa a la vez, como si mi alma estuviera quemada por un fuego que no comprendo. Él es la llama. Él es la ceniza. Y me consumo sin poder escapar de este incendio, sin poder desprenderme del calor que me devora. La verdad es que soy a la vez la víctima y la cómplice, y en esta dualidad, me pierdo un poco más cada vez que nuestros cuerpos se rozan.Sus manos acarician mi piel, suaves al principio, como una promesa. Lo siento, cada escalofrío recorriendo mis nervios, cada aliento que no logro controlar. Sus dedos acarician mis brazos, siguen la línea de mis costillas, trazando senderos invisibles de deseo. Él está aquí, en mi espacio, y todo en él me habla de una dominación silenciosa. No me obliga, pero no me deja opción. Me aprisiona en una trampa invisible, y cada movimiento, cad
YviEstoy a punto de desmoronarme, lenta e inexorablemente. El mundo a mi alrededor desaparece poco a poco, todo lo que soy se reduce, se concentra en él. Él, el hombre que ha echado raíces en mi mente, que abraza mi corazón con una fuerza que ya no puedo definir. Cada respiración que tomo, cada latido de mi corazón resuena con su presencia. Él está ahí, siempre ahí, en cada rincón de mi ser, devorando, insaciable.Siento el deseo invadiéndome con cada contacto. Sus manos, ardientes, me rozan y me consumen, como llamas devorando una madera seca. Cada beso que deposita en mi piel es un acto de posesión, una marca invisible, pero inalterable. Me devora por dentro, pero no puedo detenerme. Porque, paradójicamente, quiero que lo haga. Porque estoy perdida. Y cuanto más lucho, más enciende esta guerra entre lo que quiero ser y lo que me he convertido.Mi cuerpo responde a sus caricias incluso antes de que mi voluntad pueda reaccionar. Soy prisionera de este fuego sagrado que él enciende en
YviMe despierto lentamente, como si el mundo entero estuviera borroso, sumido en una bruma cálida y pesada. Siento que el tiempo mismo duda en retomar su curso, que todo se suspende a mi alrededor. Cada aliento que tomo es pesado, cada movimiento me cuesta un esfuerzo insuperable. Me siento rota, dispersa, como si cada parte de mí estuviera volviendo a su lugar, pero de forma desordenada, confusa.Giro lentamente la cabeza, mis ojos se posan en él. Aleksandr. Está allí, a mi lado, su mirada tan intensa como siempre, incluso en el silencio. Y es ese silencio el que me paraliza. Es en esta calma casi aterradora donde siento la profundidad de lo que ha sucedido. No necesita decir una palabra, ya lo sé. Soy mía, y soy suya. El mundo puede arder a nuestro alrededor, nada ha cambiado. Estoy perdida, pero encuentro un extraño consuelo en ello.Cierro los ojos, pero la imagen de sus brazos alrededor de mí, de su cuerpo contra el mío, permanece grabada en mi mente. No hay posibilidad de fuga.
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal
Capítulo 2 - La marca del deseoHiedraQuisiera protestar. Gritar. Huir.Pero mi piel arde. Mi aliento se quiebra.Están demasiado cerca.KaelMe deslizo detrás de ella, el pecho apenas rozando su espalda.Puedo sentir cada emoción que la atraviesa.Pelea. Lo noto en la tensión de sus hombros, en cómo aprieta los dedos contra la tela de su vestido.Pero no se aparta.—¿Quieres luchar, Ivy?Mi voz es un susurro que se enreda en su cuello.Su respiración se acelera.—Entonces lucha.¿Cómo se lucha contra uno mismo?LyamEs sublime, atrapada entre nosotros. Su cuerpo tiembla, sacudido por una ola que apenas comienza.Lo veo. Lo siento.Aún no lo entiende. Pero su alma ya nos llama.—Mírame.Tomo su barbilla con cuidado. Ella tiembla.Sus ojos se alzan hacia los míos. Una tormenta eléctrica ruge allí.Está cediendo.HiedraMis piernas flaquean. El pensamiento se deshace.—¿Qué me han hecho...? —susurro.SorenFinalmente, hablo.Mis palabras son escasas, pero cuando llegan, atraviesan.—No
Capítulo 3 – El equipoHiedraCorro.El aire nocturno me azota la cara, pero no puedo escapar de su presencia.Están ahí.En todas partes.En mi aliento entrecortado, en el calor que no abandona mi piel, en la emoción que aún me atraviesa.Me marcaron.Y me aterra.Me hundo en el bosque, la oscuridad devorando mis pasos desbocados. El corazón me late con tanta fuerza que temo que se me salga del pecho.—Corre todo lo que quieras…La voz de Kael resuena. Está cerca. Demasiado cerca.Me doy la vuelta, pero no hay nadie.Solo la oscuridad vibrando. El silencio, opresivo.Una risa se desliza a mi izquierda.—Entraste, ¿verdad?Es Lyam esta vez.Aprieto los dientes.—¡Salgan de mi cabeza!—No estamos ahí —susurra Soren, su voz apenas un aliento tras mi espalda.Me congelo.Están aquí.Su presencia me envuelve como una sombra viva.Cierro los ojos un instante, tratando de recuperar el control. Pero al abrirlos, Lyam está justo frente a mí.Sin ruido. Sin advertencia.Solo él.—Déjate ir.Re