Yvi
Estoy aquí, suspendida entre dos mundos, entre el deseo y la derrota. La sombra de lo que soy se desmorona cada vez que él me toca, cada vez que se acerca a mí. Es una sensación indescriptible, dulce y dolorosa a la vez, como si mi alma estuviera quemada por un fuego que no comprendo. Él es la llama. Él es la ceniza. Y me consumo sin poder escapar de este incendio, sin poder desprenderme del calor que me devora. La verdad es que soy a la vez la víctima y la cómplice, y en esta dualidad, me pierdo un poco más cada vez que nuestros cuerpos se rozan.
Sus manos acarician mi piel, suaves al principio, como una promesa. Lo siento, cada escalofrío recorriendo mis nervios, cada aliento que no logro controlar. Sus dedos acarician mis brazos, siguen la línea de mis costillas, trazando senderos invisibles de deseo. Él está aquí, en mi espacio, y todo en él me habla de una dominación silenciosa. No me obliga, pero no me deja opción. Me aprisiona en una trampa invisible, y cada movimiento, cada caricia, es una declaración de su posesión. Pero no es una simple posesión. Es algo más profundo, más íntimo, como si cada fibra de mi ser ya le perteneciera. Y, sin embargo, aquí estoy, abandonándome a este juego cruel, a esta hoguera que me consume. Me ahogo en ello, me pierdo, sin poder encontrar la salida.
Aleksandr
La observo, todo en ella ya me pertenece. Sus ojos, esa luz de desafío que titila, me dan ganas de devastarla, de mostrarle que este vínculo es inalterable, que no puede existir otra salida que mi victoria. Pero también hay una fragilidad en ella, una reserva, una resistencia que me empuja a comprenderla. Ella aún lucha, lo siento, aunque ya no lo muestra. Pero en el fondo de su ser, en los rincones de su alma, sabe que la guerra se aproxima, que todo a nuestro alrededor se prepara para explotar. Pero es ella quien más me interesa. Ella y lo que lleva dentro. Lo que está dispuesta a dar, lo que ni siquiera sabe que quiere dar.
La siento temblar. No de miedo, sino de deseo reprimido. Ha luchado contra eso, contra mí, contra lo que represento. Pero todo eso se ha vuelto inútil. Ella es mía, incluso cuando intenta escapar de mí. Este cuerpo que intenta proteger ya está bajo mi dominio. Soy su primero y su último, quien marca y quien borra. Ella ya es mía, pero aún no es consciente de ello. Todo ya está escrito.
Me acerco a ella, cada paso me acerca a una victoria silenciosa. La tensión aumenta, el mundo a nuestro alrededor se disuelve. Cuando coloco mis labios sobre los suyos, no es la dulzura del amor la que me guía, sino la expresión de la posesión, del deseo crudo. Ella se tensa bajo mí, pero no se retira. Me acepta, aunque eso la destroza. Y sé lo que soy para ella. Lo siento en cada estremecimiento de su piel, en cada respiración entrecortada, en la forma en que se aferra a mí como si fuera un último salvavidas antes de hundirse.
Yvi
Él está aquí, en mi espacio, en mi cabeza, en mi corazón. Cada gesto, cada beso que deposita sobre mi piel es una chispa que enciende un fuego, un brasero que no puedo contener más. No puedo negarlo. Estoy derritiéndome bajo él, bajo su mirada, bajo su presencia aplastante. Él me posee sin una palabra, me hace suya sin que pueda oponerme. Por más que luche, ahora lo sé, todo esto es parte del mismo ciclo. Le he dado lo que quería, y lo reclama en cada instante, cada aliento, cada movimiento. Pero en este torbellino de sensaciones, una pregunta me atraviesa, una pregunta candente: ¿realmente me pertenece todo esto, o simplemente soy una marioneta en el teatro de su deseo, una bailarina cautiva de sus hilos invisibles?
Él me toca de nuevo, y cada roce es una tortura dulce, una promesa de una continuación inevitable. Pero no tengo más fuerzas para resistir. Él está aquí, y lo sé: lo seguiré. Quizás no soy yo quien dirige este juego, pero no puedo evitar perderme en él, abandonarme a esta danza fatal. Sé que no volveré atrás. Lo que nos une, lo que se teje entre nosotros, no puede ser deshecho.
Aleksandr
La tengo en mis brazos, sintiendo cómo se deja llevar, liberándose en la pasión. Poco a poco, abandona las últimas resistencias que intentaba mantener. Pero aún no es completamente mía. Siempre hay esta lucha, esta pequeña llama en sus ojos que me dice que aún no ha dado todo. Pero soy paciente. Ella volverá a mí, una y otra vez, hasta que el vínculo entre nosotros no sea más que una evidencia, una certeza de la que no podrá escapar. Soy el único maestro de este juego, y ella no puede escapar de mí.
Me pierdo en ella, en el olor de su piel, en el calor de su cuerpo contra el mío. Ella es mi adicción, mi veneno y mi redención. Cada beso, cada abrazo, me acerca a ella. Podría romperla en mil pedazos y reconstruir cada fragmento a mi imagen. Podría moldearla a mi antojo, pero quiero más que eso. Quiero que se entregue. Que me implore que la recoja una y otra vez, hasta que todo en ella no sea más que el reflejo de mi deseo.
Pero siempre hay esta pregunta que me habita, una pregunta que me atormenta. ¿Cuánto tiempo podrá seguir luchando? ¿Cuánto tiempo podrá jugar a esta guerra interior antes de que todo se derrumbe definitivamente?
Yvi
Me dejo llevar, embrujada. El calor se propaga en mí, invade cada parte de mi cuerpo, cada rincón de mi alma. Ya no sé dónde comienza el deseo y dónde termina la sumisión. Todo se mezcla en un torbellino de sensaciones que me destruye lentamente, pero con seguridad. Cada palabra que me dice, cada toque que me deja, me condena aún más. Pero estoy aquí, la respiración entrecortada, el cuerpo ardiendo bajo él, sin saber a dónde me lleva todo esto. Me siento llevada, como una hoja en el viento, sin dirección, sin referencias.
Y, sin embargo, en mi mente, una certeza me invade: esta guerra interna que he librado durante demasiado tiempo, ya no podré ganarla sola. Estoy aquí, en sus brazos, bajo su dominio, pero es él quien me tiene. Es él quien posee el poder de liberarme, y paradójicamente, también es él quien me encadena.
Aleksandr
Soy el rey, y ella es mi reino. Lo que aún no comprende es que esta batalla que libramos nunca termina. Ella es mi conquista, y no me rendiré. Cada fragmento de ella, cada resto de su alma, me regresa poco a poco. Ella me pertenece. Todo lo que es, todo lo que podría ser, ahora es mío. Aún no lo sabe, pero ya es mía. El proceso es lento, insidioso, pero lo siento. La siento romperse bajo mí, y cada pieza que cae solo refuerza mi dominio.
Y, sin embargo, me pierdo aún en sus brazos, preguntándome si esta guerra que llevo a cabo no me romperá también.
YviEstoy a punto de desmoronarme, lenta e inexorablemente. El mundo a mi alrededor desaparece poco a poco, todo lo que soy se reduce, se concentra en él. Él, el hombre que ha echado raíces en mi mente, que abraza mi corazón con una fuerza que ya no puedo definir. Cada respiración que tomo, cada latido de mi corazón resuena con su presencia. Él está ahí, siempre ahí, en cada rincón de mi ser, devorando, insaciable.Siento el deseo invadiéndome con cada contacto. Sus manos, ardientes, me rozan y me consumen, como llamas devorando una madera seca. Cada beso que deposita en mi piel es un acto de posesión, una marca invisible, pero inalterable. Me devora por dentro, pero no puedo detenerme. Porque, paradójicamente, quiero que lo haga. Porque estoy perdida. Y cuanto más lucho, más enciende esta guerra entre lo que quiero ser y lo que me he convertido.Mi cuerpo responde a sus caricias incluso antes de que mi voluntad pueda reaccionar. Soy prisionera de este fuego sagrado que él enciende en
YviMe despierto lentamente, como si el mundo entero estuviera borroso, sumido en una bruma cálida y pesada. Siento que el tiempo mismo duda en retomar su curso, que todo se suspende a mi alrededor. Cada aliento que tomo es pesado, cada movimiento me cuesta un esfuerzo insuperable. Me siento rota, dispersa, como si cada parte de mí estuviera volviendo a su lugar, pero de forma desordenada, confusa.Giro lentamente la cabeza, mis ojos se posan en él. Aleksandr. Está allí, a mi lado, su mirada tan intensa como siempre, incluso en el silencio. Y es ese silencio el que me paraliza. Es en esta calma casi aterradora donde siento la profundidad de lo que ha sucedido. No necesita decir una palabra, ya lo sé. Soy mía, y soy suya. El mundo puede arder a nuestro alrededor, nada ha cambiado. Estoy perdida, pero encuentro un extraño consuelo en ello.Cierro los ojos, pero la imagen de sus brazos alrededor de mí, de su cuerpo contra el mío, permanece grabada en mi mente. No hay posibilidad de fuga.
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal
Capítulo 2 - La marca del deseoHiedraQuisiera protestar. Gritar. Huir.Pero mi piel arde. Mi aliento se quiebra.Están demasiado cerca.KaelMe deslizo detrás de ella, el pecho apenas rozando su espalda.Puedo sentir cada emoción que la atraviesa.Pelea. Lo noto en la tensión de sus hombros, en cómo aprieta los dedos contra la tela de su vestido.Pero no se aparta.—¿Quieres luchar, Ivy?Mi voz es un susurro que se enreda en su cuello.Su respiración se acelera.—Entonces lucha.¿Cómo se lucha contra uno mismo?LyamEs sublime, atrapada entre nosotros. Su cuerpo tiembla, sacudido por una ola que apenas comienza.Lo veo. Lo siento.Aún no lo entiende. Pero su alma ya nos llama.—Mírame.Tomo su barbilla con cuidado. Ella tiembla.Sus ojos se alzan hacia los míos. Una tormenta eléctrica ruge allí.Está cediendo.HiedraMis piernas flaquean. El pensamiento se deshace.—¿Qué me han hecho...? —susurro.SorenFinalmente, hablo.Mis palabras son escasas, pero cuando llegan, atraviesan.—No
Capítulo 3 – El equipoHiedraCorro.El aire nocturno me azota la cara, pero no puedo escapar de su presencia.Están ahí.En todas partes.En mi aliento entrecortado, en el calor que no abandona mi piel, en la emoción que aún me atraviesa.Me marcaron.Y me aterra.Me hundo en el bosque, la oscuridad devorando mis pasos desbocados. El corazón me late con tanta fuerza que temo que se me salga del pecho.—Corre todo lo que quieras…La voz de Kael resuena. Está cerca. Demasiado cerca.Me doy la vuelta, pero no hay nadie.Solo la oscuridad vibrando. El silencio, opresivo.Una risa se desliza a mi izquierda.—Entraste, ¿verdad?Es Lyam esta vez.Aprieto los dientes.—¡Salgan de mi cabeza!—No estamos ahí —susurra Soren, su voz apenas un aliento tras mi espalda.Me congelo.Están aquí.Su presencia me envuelve como una sombra viva.Cierro los ojos un instante, tratando de recuperar el control. Pero al abrirlos, Lyam está justo frente a mí.Sin ruido. Sin advertencia.Solo él.—Déjate ir.Re
Capítulo 4 – Bajo su agarreHiedraLyam me arregla. Sus ojos dorados arden con una intensidad que me inmoviliza.Avanza. Lento. Con esa seguridad aplastante que me hace querer huir… o lanzarme sobre él.—Mírame —susurra.No quiero.Quiero desaparecer.Pero mis ojos se elevan, lo encuentran.Y ya está.Caigo.En ese abismo incandescente que me abre sin decir una palabra.En ese vínculo invisible que me envuelve, que me asfixia y me abraza al mismo tiempo.Sonríe. Casi satisfecho.—Entonces…Calor tras mi espalda.Kael.Su presencia es un veneno. Una trampa.Ni siquiera necesita tocarme para que mi piel se estremezca con su aliento.—Eres tan reactiva, Ivy…Su voz me roza el cuello como una caricia.Cierro los ojos. Mi respiración se descontrola.—No…—No mientas —interrumpe Soren, su voz profunda corta el aire.Él también se acerca. Más lento. Más contenido.Pero su mirada es una promesa que me desarma.Me estudia. Cada temblor. Cada latido desbocado de mi corazón.—Sientes el vínculo,
---Capítulo 5 – La intoxicación del enlace---HiedraMi aliento es corto.Mi piel arde bajo sus miradas.Están allí, rodeándome, como un círculo de fuego que espera, paciente, que la presa se rinda.Pero no soy una presa.Me niego a serlo.Y aun así... mi cuerpo me traiciona.Lyam.Kael.Soren.Su sola presencia hace vibrar algo en mí. Algo primitivo. Salvaje. Desconocido.Algo que me aterra.—Para… —susurro, con la voz hecha cenizas.Kael se ríe. Esa risa suya, baja, ronca, peligrosa, hace que mi estómago se contraiga.—¿Parar qué, Ivy?Está detrás de mí. Su pecho contra mi espalda.Su mano recorre mi brazo, lenta, hasta enredar sus dedos con los míos.—¿Parar de tocarte?—¿Parar de darte lo que deseas? —murmura en mi oído.Me enojo.Quiero escapar.Pero también... quiero rendirme.Entonces Soren irrumpe con su voz de acero.—Ella todavía pelea.Su mirada me atrapa. Oscura. Incisiva.—¿Para qué?Mi garganta se cierra.¿Para qué...?Porque esto es una locura.Porque es imposible.Po
--Capítulo 6 - El Despertar del Enlace---HiedraNo puedo respirar.Su calor me envuelve.Su presencia me abruma.Y, sin embargo, en vez de huir… mi cuerpo lo busca.Es una locura. Un peligro.Pero también una certeza.Lo siento en mi sangre. En mis huesos.—Detén… —susurro, mi voz temblando mientras me alejo.Lyam me observa con una sonrisa ladeada.—¿Detener qué, Ivy?Kael se inclina hacia mi oído, su voz como un susurro ardiente.—Dinos lo que sientes.Cierro los ojos. Niego con la cabeza.No puedo. No debo.Pero entonces, Soren da un paso.Su mirada me atraviesa.—Esto no es una elección —murmura.Alza la mano. Sus dedos rozan mi mejilla.Una descarga atraviesa mi piel, me sacude entera.Retrocedo, jadeando.—Es una certeza.El suelo desaparece bajo mis pies.Y dentro de mi pecho, algo se rompe.---LyamElla sigue luchando.Pero ya lo sabe.Su cuerpo nos reconoce.Su alma nos llama.Extiendo la mano y rozo su cuello con la yema de los dedos.Se estremece violentamente.—¿Lo sien