Aleksandr
La miro.
Ella está ahí.
De pie.
Inmóvil.
Pero veo sus rodillas tambalear, sus manos crispadas en los pliegues de su vestido como si quisiera arrancarse de ese cuerpo, huir, gritar.
Se enfrenta a mí como una condenada frente a su verdugo, pero no hay cadenas alrededor de sus muñecas. No.
La cadena soy yo.
Y la odio por eso.
Por este control que tiene sobre mí.
Por este poder que ni siquiera domina.
Me ha poseído sin tocarme. Me ha roto sin levantar la mano. Ella es mi azote, mi salvación, mi desgracia.
Y, sin embargo, se atreve.
Se atreve a pedirme lo impensable.
El abandono.
El final.
La liberación.
— Me pides que te deje ir…
Las palabras escapan en un susurro áspero, ahogadas por la ira, por el dolor, por un sufrimiento demasiado antiguo para ser humano.
Mi voz se quiebra, y siento que todo en mí se agrieta.
Soy un rey. Soy un monstruo. Un señor de sangre. Un dios entre las bestias.
Pero frente a ella… soy un hombre. Un hombre arrodillado.
Podría romperla.
Podría aplastarla bajo mi deseo, ahogarla en mis tinieblas, hacer de ella una leyenda muerta más entre mis tesoros.
Podría.
Pero hay esta vida.
Esta pulsación débil, este eco tímido en su vientre.
Un latido que no es mío.
Un latido que me reduce a la impotencia.
Un latido que la hace… sagrada.
Entonces decido.
Elijo.
Corto en mi propia carne.
— Entonces hago una concesión…
Mi garganta es una piedra. Mi corazón un brasero.
No flaqueo. Sangro, sí. Pero me mantengo de pie.
— No te irás. Pero les dejo la puerta abierta. Que vengan, si tienen el valor. Que se atrevan a cruzar el umbral de mi reino. Que se enfrenten a mí. Y si sobreviven… entonces les dejo lo que reclaman.
Veo sus labios temblar.
Sus ojos se agrandan, ahogados en una bruma de emoción que no logro leer.
¿Es gratitud? ¿Miedo? ¿Desprecio?
No importa.
Sabe que acabo de establecer las reglas de un juego cruel.
Sabe que acabo de abrir la arena.
— ¿Quieres… dejarlos venir?
— Sí, gruño. Pero tú… te quedas.
Me avanzo.
Cada paso hace temblar las sombras.
Ella no se mueve. Contiene la respiración, y siento su corazón golpear como un tambor de guerra.
— Eres mía, Yvi.
Mía.
Que vengan a reclamarte.
Que se rompan los dientes contra mi trono.
Si me lo arrancan, que así sea.
Pero no antes de haberte grabado en mi carne. De nuevo.
Extiendo la mano. La agarro.
Mi agarre es brutal. Mis dedos se hunden en su piel, marcando la posesión, la ruptura, el juramento.
Mis colmillos rozan su garganta, justo lo suficiente para despertar un escalofrío de terror… o de deseo.
Siento su sangre. Siento su miedo. Siento su deseo de odiarme y de suplicarme en el mismo suspiro.
— Llevarás la marca de esta noche. Y sabrás, incluso si sus manos te rodean, incluso si sus labios susurran tu nombre…
Sabrás que eres mía.
Lo sentirás hasta el fondo de tu vientre.
Porque incluso lo que hay ahí, incluso esa vida que proteges… no escapará a mi sombra.
Yvi
Vacilo.
Me ahogo.
Me pierdo.
Él me deja una oportunidad… y me encadena en el mismo impulso.
Me da una salida, pero la marca de su posesión está grabada en cada palabra.
Soy suya. Incluso libre, incluso defendida por los míos, seguiré siendo suya.
Y, sin embargo…
Es más de lo que hubiera creído posible.
Es un milagro teñido de pesadilla.
Pero sigue siendo un milagro.
— Sabes que vendrán… Sabes que devorarán este palacio para recuperarme…
Veo esa mueca. Esa sonrisa carnicera. Ese desafío lanzado a los cielos y al infierno.
Aleksandr no teme nada.
Y es por eso que ellos tendrán todo de qué temer.
— Que vengan, murmura. Que prueben el poder de un rey vampiro. Pero ten en cuenta una cosa, Yvi… Aunque les deje respirar…
Tú, eres mía.
Y te grabaré de nuevo, una y otra vez, hasta que incluso la luz te olvide.
Me levanta.
Su aliento resbala sobre mi piel como un hechizo antiguo.
Y solo puedo llorar. Una lágrima. Solo una.
No por mí.
Por ellos.
Lyam — A lo lejos
Mi corazón explota.
La siento.
Siento su miedo. Siento su vergüenza.
Siento esa mordida invisible que desgarra sus entrañas.
Ella sigue siendo de él.
Sufre. Y ese vampiro la toca.
Grito por dentro.
Veo rojo. Veo negro.
Veo el fin de este mundo escribirse en mis manos.
— Lo quemamos, digo. Lo desollamos. La recuperamos.
Mi voz ya no es una voz.
Es un grito de guerra.
Kael asiente, su mirada fulminante.
Soren cierra los ojos. Reza. Pero no es al cielo a quien invoca.
Es a la muerte.
— Entramos. Matamos. Y la traemos de vuelta.
Saco mi espada. Ella canta.
El acero responde a mi sangre.
Ella es nuestra. Y lo que lleva también.
— Que mantenga su trono. Le tomaremos su corazón.
La guerra comienza.
En las sombras.
En la sangre.
En la fiebre del amor y la rabia entrelazados.
Y vendremos.
Por ella.
Por nuestro futuro.
Por lo que se atrevió a profanar.
YviLo siento en mis huesos, ese peso que deposita en mi alma. La guerra está a mi puerta, y sin embargo, él es mi amo, quien me quiebra sin siquiera tocarme. No hay escapatorias, no hay protección en este mundo. Soy prisionera de su dominio, y él lo sabe. Y yo también lo sé.Debería estar asustada, pero es un calor extraño el que me consume. Me ha marcado, su sombra se desliza en mi mente, se infiltra en cada pensamiento, cada aliento. La promesa de una libertad que ya no me atrevo a llamar por su nombre. Porque soy mía y, sin embargo… le pertenezco.Él me ha hecho lo que ha querido. Me ha roto, pero aún me mantiene intacta, como un objeto precioso y peligroso. El sabor de su posesión en mis labios me ahoga, pero no puedo deshacerme de ello. No aún. Él tiene todo lo que soy, todo lo que podría ser. Y lo sabe.La guerra retumba, me rodea, pero estoy como suspendida en este espacio extraño donde ya no hay lugar para escapar. No es el miedo lo que me paraliza, sino esta aceptación, dulc
YviEstoy aquí, suspendida entre dos mundos, entre el deseo y la derrota. La sombra de lo que soy se desmorona cada vez que él me toca, cada vez que se acerca a mí. Es una sensación indescriptible, dulce y dolorosa a la vez, como si mi alma estuviera quemada por un fuego que no comprendo. Él es la llama. Él es la ceniza. Y me consumo sin poder escapar de este incendio, sin poder desprenderme del calor que me devora. La verdad es que soy a la vez la víctima y la cómplice, y en esta dualidad, me pierdo un poco más cada vez que nuestros cuerpos se rozan.Sus manos acarician mi piel, suaves al principio, como una promesa. Lo siento, cada escalofrío recorriendo mis nervios, cada aliento que no logro controlar. Sus dedos acarician mis brazos, siguen la línea de mis costillas, trazando senderos invisibles de deseo. Él está aquí, en mi espacio, y todo en él me habla de una dominación silenciosa. No me obliga, pero no me deja opción. Me aprisiona en una trampa invisible, y cada movimiento, cad
YviEstoy a punto de desmoronarme, lenta e inexorablemente. El mundo a mi alrededor desaparece poco a poco, todo lo que soy se reduce, se concentra en él. Él, el hombre que ha echado raíces en mi mente, que abraza mi corazón con una fuerza que ya no puedo definir. Cada respiración que tomo, cada latido de mi corazón resuena con su presencia. Él está ahí, siempre ahí, en cada rincón de mi ser, devorando, insaciable.Siento el deseo invadiéndome con cada contacto. Sus manos, ardientes, me rozan y me consumen, como llamas devorando una madera seca. Cada beso que deposita en mi piel es un acto de posesión, una marca invisible, pero inalterable. Me devora por dentro, pero no puedo detenerme. Porque, paradójicamente, quiero que lo haga. Porque estoy perdida. Y cuanto más lucho, más enciende esta guerra entre lo que quiero ser y lo que me he convertido.Mi cuerpo responde a sus caricias incluso antes de que mi voluntad pueda reaccionar. Soy prisionera de este fuego sagrado que él enciende en
YviMe despierto lentamente, como si el mundo entero estuviera borroso, sumido en una bruma cálida y pesada. Siento que el tiempo mismo duda en retomar su curso, que todo se suspende a mi alrededor. Cada aliento que tomo es pesado, cada movimiento me cuesta un esfuerzo insuperable. Me siento rota, dispersa, como si cada parte de mí estuviera volviendo a su lugar, pero de forma desordenada, confusa.Giro lentamente la cabeza, mis ojos se posan en él. Aleksandr. Está allí, a mi lado, su mirada tan intensa como siempre, incluso en el silencio. Y es ese silencio el que me paraliza. Es en esta calma casi aterradora donde siento la profundidad de lo que ha sucedido. No necesita decir una palabra, ya lo sé. Soy mía, y soy suya. El mundo puede arder a nuestro alrededor, nada ha cambiado. Estoy perdida, pero encuentro un extraño consuelo en ello.Cierro los ojos, pero la imagen de sus brazos alrededor de mí, de su cuerpo contra el mío, permanece grabada en mi mente. No hay posibilidad de fuga.
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal
Capítulo 2 - La marca del deseoHiedraQuisiera protestar. Gritar. Huir.Pero mi piel arde. Mi aliento se quiebra.Están demasiado cerca.KaelMe deslizo detrás de ella, el pecho apenas rozando su espalda.Puedo sentir cada emoción que la atraviesa.Pelea. Lo noto en la tensión de sus hombros, en cómo aprieta los dedos contra la tela de su vestido.Pero no se aparta.—¿Quieres luchar, Ivy?Mi voz es un susurro que se enreda en su cuello.Su respiración se acelera.—Entonces lucha.¿Cómo se lucha contra uno mismo?LyamEs sublime, atrapada entre nosotros. Su cuerpo tiembla, sacudido por una ola que apenas comienza.Lo veo. Lo siento.Aún no lo entiende. Pero su alma ya nos llama.—Mírame.Tomo su barbilla con cuidado. Ella tiembla.Sus ojos se alzan hacia los míos. Una tormenta eléctrica ruge allí.Está cediendo.HiedraMis piernas flaquean. El pensamiento se deshace.—¿Qué me han hecho...? —susurro.SorenFinalmente, hablo.Mis palabras son escasas, pero cuando llegan, atraviesan.—No
Capítulo 3 – El equipoHiedraCorro.El aire nocturno me azota la cara, pero no puedo escapar de su presencia.Están ahí.En todas partes.En mi aliento entrecortado, en el calor que no abandona mi piel, en la emoción que aún me atraviesa.Me marcaron.Y me aterra.Me hundo en el bosque, la oscuridad devorando mis pasos desbocados. El corazón me late con tanta fuerza que temo que se me salga del pecho.—Corre todo lo que quieras…La voz de Kael resuena. Está cerca. Demasiado cerca.Me doy la vuelta, pero no hay nadie.Solo la oscuridad vibrando. El silencio, opresivo.Una risa se desliza a mi izquierda.—Entraste, ¿verdad?Es Lyam esta vez.Aprieto los dientes.—¡Salgan de mi cabeza!—No estamos ahí —susurra Soren, su voz apenas un aliento tras mi espalda.Me congelo.Están aquí.Su presencia me envuelve como una sombra viva.Cierro los ojos un instante, tratando de recuperar el control. Pero al abrirlos, Lyam está justo frente a mí.Sin ruido. Sin advertencia.Solo él.—Déjate ir.Re
Capítulo 4 – Bajo su agarreHiedraLyam me arregla. Sus ojos dorados arden con una intensidad que me inmoviliza.Avanza. Lento. Con esa seguridad aplastante que me hace querer huir… o lanzarme sobre él.—Mírame —susurra.No quiero.Quiero desaparecer.Pero mis ojos se elevan, lo encuentran.Y ya está.Caigo.En ese abismo incandescente que me abre sin decir una palabra.En ese vínculo invisible que me envuelve, que me asfixia y me abraza al mismo tiempo.Sonríe. Casi satisfecho.—Entonces…Calor tras mi espalda.Kael.Su presencia es un veneno. Una trampa.Ni siquiera necesita tocarme para que mi piel se estremezca con su aliento.—Eres tan reactiva, Ivy…Su voz me roza el cuello como una caricia.Cierro los ojos. Mi respiración se descontrola.—No…—No mientas —interrumpe Soren, su voz profunda corta el aire.Él también se acerca. Más lento. Más contenido.Pero su mirada es una promesa que me desarma.Me estudia. Cada temblor. Cada latido desbocado de mi corazón.—Sientes el vínculo,