Ivy
El silencio ha engullido la habitación. La partida de las tres mujeres ha dejado solo ira y frustración. Sin embargo, Lyam me atrae hacia él, sus dedos hundiéndose en mi nuca con una posesividad feroz.
— Ven. Vamos a demostrarte cuánto eres nuestra.
Sin esperar, me arrastran hacia arriba, a nuestra habitación. El fuego chisporrotea en la chimenea, pero es su mirada la que me quema.
Kael gruñe:
— Déjanos borrar sus huellas. Déjanos recordarte que eres tú y solo tú…
Se lanzan sobre mí como lobos hambrientos. Mi ropa vuela hecha jirones. Sus manos se entrelazan, se deslizan sobre mi piel, sus alientos se mezclan. Me cubren de besos, de mordiscos posesivos.
Soren jadea contra mi garganta:
— Dilo, Ivy. Di que eres nuestra. Que todos lo escuchen… incluso esas perras.
Grito su nombre, embriagada de deseo, de rabia, de alivio también. Mis uñas se hunden en sus carnes, sus gemidos resuenan en la habitación. Me toman, turno a turno, juntos, sin ninguna restricción.
Lyam me agarra por las ca