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Capítulo 42 — Recuérdame otra vez

Ivy

El silencio ha engullido la habitación. La partida de las tres mujeres ha dejado solo ira y frustración. Sin embargo, Lyam me atrae hacia él, sus dedos hundiéndose en mi nuca con una posesividad feroz.

— Ven. Vamos a demostrarte cuánto eres nuestra.

Sin esperar, me arrastran hacia arriba, a nuestra habitación. El fuego chisporrotea en la chimenea, pero es su mirada la que me quema.

Kael gruñe:

— Déjanos borrar sus huellas. Déjanos recordarte que eres tú y solo tú…

Se lanzan sobre mí como lobos hambrientos. Mi ropa vuela hecha jirones. Sus manos se entrelazan, se deslizan sobre mi piel, sus alientos se mezclan. Me cubren de besos, de mordiscos posesivos.

Soren jadea contra mi garganta:

— Dilo, Ivy. Di que eres nuestra. Que todos lo escuchen… incluso esas perras.

Grito su nombre, embriagada de deseo, de rabia, de alivio también. Mis uñas se hunden en sus carnes, sus gemidos resuenan en la habitación. Me toman, turno a turno, juntos, sin ninguna restricción.

Lyam me agarra por las caderas, me levanta como a una muñeca.

— Mírame… Hasta tu último aliento, nos perteneces.

Kael y Soren se apresuran, me acarician, me besan por todas partes. El placer es brutal, salvaje, hasta que me pierdo, rota y amada entre sus cuerpos.

No me dejan escapatoria. Disfruto una y otra vez, hasta el agotamiento. Y cuando mis gritos finalmente se apagan, me abrazan contra ellos, sin aliento, sus corazones latiendo al unísono con el mío.

Lyam susurra, con la voz áspera:

— Te amamos, Ivy. Nadie más vendrá a perturbar este lazo.

Ivy (yo)

El despertar es tierno, por primera vez en mucho tiempo. Me deslizo fuera de la cama, pero Soren me retiene.

— No todavía. Quédate…

Me dejo llevar. Sus dedos dibujan arabescos perezosos sobre mi piel desnuda. El sol atraviesa las cortinas, dorando la habitación con una luz suave. Pero en mi vientre, una inquietud sorda crece.

Me incorporo, mirándolos uno a uno.

— Ellas volverán… Lo saben. No se irán sin vengarse.

Lyam intercambia una mirada oscura con Kael y Soren.

— No nos importa, Ivy. Que vengan. Que vean lo que han perdido.

Kael gruñe:

— Pero vamos a adelantarnos. Soraya ya está investigando sobre sus familias. Si quieren guerra, la tendrán.

Un escalofrío me atraviesa. Este mundo… este poder… Me doy cuenta de cuán peligroso es todo esto. Y, sin embargo, una parte de mí no se preocupa.

Ivy (yo)

— Hagan lo que quieran… pero no quiero mentiras. Ni secretos.

Soren

Me acaricia la mejilla, me besa tiernamente.

— Nada te pasará por alto. Eres la Reina. Nuestra maldita Reina.

Finalmente bajamos. Soraya nos espera en la sala.

— Han contactado a otras manadas… Esto comienza. Quieren hacerte pasar por una usurpadora.

Sonrío. Feroz.

— Que vengan… Tengo tres Alphas listos para pelear. Y yo… no retrocederé.

Lyam me agarra de la nuca y me besa, salvajemente.

— Así se habla, mi Reina. Les mostraremos quién manda aquí.

Lyam

Siento la impaciencia corroerme. La necesidad de silenciar esta amenaza crece con cada segundo. Esta mañana, no estamos jugando. Kael, Soren y yo hemos decidido convocar a la manada, a nuestros aliados, y enviar un mensaje claro.

Levanto la vista hacia Ivy. Ella está allí, hermosa en ese vestido negro que Soraya exigió que llevara. Una reina, nuestra reina. Y lo que estamos a punto de hacer es coronarla con sangre.

— Ven, corazón mío. Es hora de que lo sepan. Todos.

Ivy

Tiemblo, pero lo sigo. Mi mirada se eleva hacia la multitud reunida frente al mansión. Decenas de rostros. Todos me miran. Algunos curiosos, otros hostiles. Siento la tensión. Sé por qué están aquí.

Los trillizos avanzan. Lyam toma la palabra, su voz resuena en el aire como un latigazo.

Lyam

— Están aquí porque algunos piensan que pueden cuestionar nuestra autoridad. Porque tres perras en celo creyeron que era bueno regresar a reclamar lo que ya no existe.

Un murmullo se eleva, atónito. Pero él continúa, implacable.

— Que lo sepan… Que sepan que hemos elegido. Y nuestra elección es ella. Ivy. Nuestra compañera. Nuestra Reina. Aquella que llevará nuestras marcas y nuestros hijos. Y a quien se atreva a desafiarla… responderemos con guerra.

Soren

Sonrío de lado, orgulloso de mi hermano. Atraigo a Ivy y la aprieto contra mí, mostrándola como un trofeo que no dejaremos a nadie.

— Aquellos que quieran guerra… que vengan. Nunca hemos tenido miedo de la sangre. Y créanme… no retrocederemos.

Kael

— Su manada… su nombre… todo desaparecerá si se atreven a tocar un solo cabello de ella. La Reina está aquí. Mírenla. Es nuestra.

Ivy

Mi corazón late con fuerza en mi pecho. La mirada de la manada se vuelve hacia mí. Algunos se inclinan. Otros, no. Pero entiendo. Este mundo es salvaje. Y para sobrevivir, tendré que convertirme en algo peor que ellos.

Levanto la barbilla y abro la boca, mi voz tiembla al principio, luego se vuelve más fuerte:

— A partir de hoy… no retrocederé más. Soy de ellos. Y si quieren llevarme… primero tendrán que matarlos.

El silencio explota. Luego un rugido se eleva, llevado por nuestros partidarios. La guerra ha comenzado. Y siento en lo más profundo de mis entrañas… que estoy lista.

Lyam

Sonrío. Feroz.

— Entonces que vengan. Nosotros ya estamos listos para matar.

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