CAPÍTULO 68: TRES CORAZONES Y UN SOLO INVIERNO
Nikolai
Marzo en los montes de Kostroma es una broma lenta: el sol promete deshielo y, al minuto siguiente, un viento siberiano te abriga de insultos. La nieve sigue ahí, gris en las cunetas, traicionera. Ocho meses y medio lleva Eden gestando la única criatura que me importa, y cada día amanece más redonda, más cansada… y más bonita, aunque se empeñe en refutarlo con sarcasmo.
Mi rutina, por primera vez en la vida, es doméstica:
‑ Citar a los obstetras privados.
‑ Sobornar medio Moscú para encontrar fresas en pleno invierno.
‑ Y escucharla hablar por horas de cosas que jamás me han importado, pero que en ella suenan demasiado interesantes.
Sin embargo, yo sigo callando todo lo que me arde en la lengua desde aquel “no” bajo la nieve. Ya no ha vuelto a ocurrir ningún rozón furtivo, ninguna confesión extra; sólo protocolo delante de las cámaras, nada más. Y debo admitir que me contengo, pero no porque respete la negativa, sino porque esta m