CAPÍTULO 37: EN LLAMAS
Eden
Digo que me voy, juro que me voy. Hago todo el show: agarro la mochila, me pongo la chaqueta, camino hacia la puerta… y no me voy. Porque aunque me arde la dignidad y aunque el tipo este me da ganas de lanzarle una olla a la cabeza el setenta por ciento del tiempo, hay un treinta —un estúpido, traidor y peligroso treinta por ciento— que no soporta la idea de dejarlo así. Herido, vulnerable y solo.
Después de mi tremenda bocota, la incomodidad se asentó entre nosotros. Él se recuesta en el sillón y revisa su celular, pero pronto cabecea hasta cerrar los ojos. Suspiro profundamente e intento ignorar todo lo que me dijo hace media hora.
Me doy la vuelta, maldigo en tres idiomas y termino por quedarme. Johanna tiene un colchón inflable en su cuarto de visitas. Lo inflo, le pongo una sábana que huele a lavanda y me tumbo ahí como si realmente fuera a dormir.
Freezer ocupa el sofá, se queda medio recostado con una manta hasta la cintura y una botella de agua a me