CAPÍTULO 38: EN CARNE VIVA
Dmitry
La escucho antes de verla. Eden no sabe cerrar la puerta sin golpearla, no sabe caminar sin hacer ruido ni hablar sin que cada palabra suya suene como un desafío al universo. Hoy no es distinto. Llevo tres días en la casa de su amiga, y ella siempre llega con su mochila colgada al hombro, los audífonos colgando del cuello y esta vez, una bolsa de papel que huele a comida asiática. La deja sobre la encimera con un suspiro dramático y luego gira para mirarme, evaluando mi estado como si fuera una enfermera de la KGB.
—¿Sigues vivo o empiezo a hacer los trámites del funeral? —pregunta.
—Lamentablemente para ti, aún respiro —respondo con la voz ronca por el dolor de garganta. No por la fiebre sino por ella.
Eden se cruza de brazos con el ceño fruncido como si fuera lo único que la mantiene en pie. Hay algo en su manera de moverse, en la forma en que revuelve todo con esa torpeza que me resulta imposible de ignorar. Está bajo mi piel, arañando capas que cr