Leonardo nunca había sido un hombre que saliera sin una razón específica. No disfrutaba de reuniones innecesarias ni de conversaciones superficiales. Sin embargo, esa noche sintió la necesidad de despejarse.
Desde que Alanna había vuelto a levantar esa muralla entre ellos, algo dentro de él se sentía inquieto, como si le faltara el control sobre una situación que no terminaba de comprender. No estaba acostumbrado a sentirse así, y eso lo irritaba más de lo que quería admitir.
Fue por eso que, en lugar de quedarse en la mansión dándole vueltas al asunto, aceptó la invitación de un par de amigos para reunirse en un club exclusivo de la ciudad. Un sitio elegante, discreto, donde las bebidas eran caras y la privacidad estaba garantizada.
Al llegar, los saludó con la formalidad de siempre y tomó asiento en uno de los sillones de cuero oscuro. No pasó mucho tiempo antes de que la conversación derivara en temas de negocios y mujeres.
—¿Y tú, Leonardo? —preguntó uno de ellos, con una sonrisa