El aire estaba cargado de tensión, y la noche parecía haber caído más oscura de lo habitual.
Entre la bruma, Armyn se enfrentaba a esa escena que estaba inquietándola. Su corazón latía con fuerza mientras sus manos temblaban al intentar proteger a su hijo.
—¡Suelta a mi hijo! —exclamó, con una voz que resonó por el claro del bosque—. ¡Suéltalo ahora mismo!
Con un movimiento rápido y desesperado, le arrancó al niño de los brazos de aquel hombre.
La sensación de miedo y furia la envolvía por completo. Su hijo estaba en sus brazos, y el mundo parecía colapsar a su alrededor.
—¡Tu hijo es un hibrimorfo! —le gritó Riven, con ojos ardientes, con la voz cargada de incredulidad y un dejo de amenaza.
Armyn retrocedió un paso, sin poder contener la sorpresa.
—Eso es… ¡Imposible! —murmuró, sin poder creer lo que acababa de escuchar—. No puede ser real.
—No, lo es —respondió él con una convicción casi cruel—. Lo vi con mis propios ojos. Tu hijo es diferente, Armyn. No es un humano completo… ni un