—Sé dónde encontrar a esa Reina Alfa —dijo Tena con una voz baja pero cargada de veneno—. Ella lleva al cachorro con ella… y yo me encargaré de desaparecerlo para siempre.
Olev frunció el ceño, inquieto. El ambiente en la habitación era pesado, una mezcla entre la desesperación de Tena y el silencio forzado de Luna Phoebe, que seguía inmóvil, atrapada en ese cuerpo que no le respondía. El hombre dio un paso hacia atrás como si necesitara aire fresco para digerir lo que había oído, pero solo alcanzó a verlo unos segundos antes de que se diera media vuelta.
—No deberías hacer nada sin decírmelo —advirtió Tena, intentando detenerlo mientras él avanzaba hacia la puerta.
Pero fue inútil. Olev se fue sin mirar atrás, decidido, confundido, quizá aterrado. La puerta se cerró con un golpe seco, dejándola sola con Luna Phoebe, que seguía prisionera dentro de su propio cuerpo.
Tena respiró hondo. Caminó lentamente hacia la anciana y se inclinó frente a ella. Sus ojos brillaban con una mezcla de r