172.
Mordor había salido del agua, impulsado por la fuerza del ala que aún le quedaba. Tomó por el cuello a mi padre y lo jaló hacia atrás. Ambos cayeron al agua y yo grité de terror. Me abalancé para atravesar nuevamente el velo e intentar hacer algo al respecto, pero entonces las manos de Estefanía me detuvieron. Me impidieron hacerlo porque ella sabía que era una trampa, que era una sentencia de muerte, que precipitarme hacia el fondo del agua sería justamente lo que Mordor quería.
Entonces me quedé ahí, observando el agua. La sangre de Mordor, oscura como el petróleo, teñía todo alrededor, impidiendo que pudiera ver con claridad lo que estaba pasando. Pero yo lo sabía. Estefanía también lo sabía: Bastián tenía muy poca oportunidad. No tenía sus poderes. Mordor estaba sediento de sangre, de venganza.
Cuando al fin ascendieron a la superficie, lo primero que pude ver fue el blanco cabello de Bastián flotando en el agua. Poco a poco comenzó a emerger su cara, con varios golpes. Le sangrab