217.
Nunca había sentido que mi poder del hielo saliera de mí de esa forma. Fue abrupta, potente, prácticamente de una forma instintiva. Ni siquiera pensé en qué forma podía tomar o qué era lo que estaba haciendo con él, simplemente escapó de mi cuerpo con tanta violencia que la onda explosiva nos empujó a Mordor y a mí en direcciones opuestas.
Las heridas en mi cuerpo eran demasiado graves. Cuando mi loba cayó al suelo, el golpe me arrancó el aliento. Comencé a ver borroso, miré las estrellas que pintaban el cielo y pensé que tal vez era lo último que vería. El fuego en las palmas de las manos de aquel vampiro había destruido mi cuerpo, y aunque sé que estaría bien, que mi loba sanaría, necesitaba tiempo para eso. Tiempo que Mordor no me daría.
Miré de reojo la pelea que se estaba llevando a mi lado, donde Lilith peleaba con su propia madre, y parecía que Elena estaba ganando. Me pregunté qué podría tener la mujer en la cabeza. Pelear contra su propia hija. A mí me odiaba, pero ella no me